Huelo, si,
el olor a destierro,
al sin sabor de lo nuevo,
a mar en las cortinas
de las ventanas del alba,
la fragancia de sexo
en la última fila del cine Odeón.
Huelo,
el llamado de la lluvia,
la anchura del silencio,
lo profundo del bostezo,
lo mágico de las bocacalles,
la siesta en el anden.
Si y mucho más,
la distancia
y a ella en la largura
imagen de toda su extensión.
El humo,
el humo de los celos,
el de los besos,
el de los calientes abrazos,
el de los encuentros y regresos.
Huelo el fuego,
tu fuego,
su misterio,
tus enigmas,
tus ojos,
esas llamas que huelen a amor.
La muerte huelo,
la vida, el espíritu,
la esencia del dolor,
tus pechos
que vienen en el bajo vuelo
del tardío recuerdo.
Huelo
universos planos,
pensamientos,
soles y estrellas lozanas.
Lo hago tranquilo,
degusto lentamente,
poco a poco,
jazmines y lunas,
tus manos,
hacedoras de caricias y sueños.
Huelo, si,
olfateando con el alma,
venteando,
como cachorro bebiendo el viento
y siento profundamente
chorrear la vida
por mis entrañas.
|