Amanece.
El musgo y las enredaderas lo invadían todo. Eran como guirnaldas de una fiesta acabada y cansada de ser, como ese momento en que los invitados ya se fueron y solo quedan las migajas de lo que alguna vez fue alegría.
Así llenaban de congoja la pradera y recorrían las sinuosas ruinas de lo que fue un arcano templo griego.
Ecos perdidos estallan en silencio y como estacas que acuchillan el corazón de un vampiro atormentan a un ocasional visitante que en medio de su rezo explota en un llanto desconsolado. Sus pasos tétricos crujen en medio del verde. Verde esperanza, verde musgo, verde podrido.
Sopla un viento que son recuerdos, la angustia se vestía de gala para atraer hojas traídas por el tiempo desde un vetusto pasado.
Bosque de ruinas.
Bosque de estatuas poseídas por el infinito.

Cerca del templo y protegidas por el espíritu de la naturaleza, dos figuras se besaban prohibidamente bajo el ocre cielo. Los ojos de ella eran una eterna plegaria. Los ojos de el un bálsamo de peregrina melancolía.
Una gota cae desde lo alto, echada del cielo, buscando anheladamente la tierra para ser un mar.
Los dos cuerpos se entumecían por el frío mas sus pieles áridas y gélidas clamaban por algo más que ternura.
Querían vida.

AZM
MMIX