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“La respuesta es… ¡correcta!”. El locutor mueve las manos enfáticamente y un público ruidoso jalea siguiendo las órdenes del regidor. Me encuentro tranquilo. Creo que sólo me queda una pregunta y el premio será mío. No sé exactamente en qué consiste, pero después de todo lo que he pasado, lo quiero.
Se apagan los paneles que analizan mis respuestas y se enciende la pantalla central donde se plantean las nuevas preguntas. Siento tensión en los puntos de mi cuerpo en los que tengo adosados los cables que me unen al sistema que analiza mis reacciones. Lo miden todo: mi tensión arterial, mi pulso cardíaco…cualquier cambio en mis variables es analizado y enviado a los paneles, para que el público pueda verlos.
Durante horas he respondido a preguntas sobre mi vida. Desde lo más nimio a lo más íntimo, ningún detalle ha quedado sin indagar. Un análisis exhaustivo de mi existencia pero ¿cómo lo saben? ¿quién les ha informado de hechos que yo mismo había olvidado?
La pantalla central cambia de color. Empieza a girar un círculo a gran velocidad y ante mis ojos aparece la última cuestión. Noto mi pulso alterarse, mis piernas tiemblan ¡no puede ser! ¿cómo saben eso? Ante mis ojos, el hecho más vergonzoso de mi vida en video de alta definición, tal y como lo viví, tal y como sucedió. ¿qué está pasando? ¿cómo tienen imágenes de aquello? Creo que me estoy volviendo loco. El locutor se gira hacia mí tras el visionado y con su sonrisa de estrella catódica, plantea la última pregunta: “¿Te arrepientes de aquello?. Simultáneamente, esas mismas palabras ocupan la pantalla central. ¿Te arrepientes…? El marcador comienza la cuenta atrás, pero tengo clara mi respuesta. No necesito pensarlo. Toco el pulsador que detiene el tiempo y contesto con voz firme: ¡NO!
Murmullo del público. Expectación. Un enorme NO en la pantalla central mientras el sistema analiza mis reacciones. Todas las luces del estudio apagadas, los paneles centelleando en cientos de colores. Aparecen cifras, números, datos. El video muestra mi rostro expectante. Por fin, todo se apaga mientras en la pantalla central aparecen de nuevo las palabras del presentador: “la respuesta es… ¡correcta!” ¡He ganado! ¡El premio es mío! Recibo abrazos del presentador que me dice que camine hacia la puerta. La azafata me acompaña. Una luz blanca nos invade. Me suelta la mano y me invita a caminar. “Camina hacia la luz. Ve hacia el premio”. Camino a ciegas por un pasillo que, muy al fondo, muestra una escena. Cuando me acerco, veo un quirófano, veo médicos esforzándose por salvar una vida, veo mi cuerpo ensangrentado tendido en la camilla, les oigo hablar…"ha vuelto, doctor, hay pulso…" y entonces, por fin, comprendo en qué consiste mi premio.
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Texto agregado el 10-08-2009, y leído por 355
visitantes. (8 votos)
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Lectores Opinan |
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25-08-2011 |
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;-) El final es bueno, pero me gusta sobretodo el momento de tensión antes de la respuesta final. De hecho, eclipsa un poco el desenlace. Buena idea. Egon |
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20-08-2011 |
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Muy muy bueno, excelente. Me has sorprendido. zeniza |
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11-08-2011 |
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pero, muy pero muy inteligente NeweN |
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21-07-2011 |
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Si el premio es regresar a mì me encanta! Muy buen cuento, original dentro de lo trillado de aquello de la luz al final del tùnel que a veces en algunos relatos se vuelve ese lugar comùn pero en este caso lo has explotado magistralmente. ME GUSTÒ MUCHO! Carmen- |
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21-07-2011 |
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Vaya, un relato realmente original y sorprendente, cosa que no encuentro a menudo. Me recordó a un concurso que hay por aquí donde ponen a prueba al concursante con un polígrafo y preguntas muy íntimas sobre su vida. Atrapa, y el final... ¿soy el único que piensa que no le va a gustar el premio? walas |
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12-11-2009 |
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Atrapante relato que nos deja sonriendo y reflexionando. A mí, su lectura, me provocó infinidad de razonamientos. ¿Será la autenticidad un modo de honrar la vida que nos fue entregada para disfrutar? ¿Será el actuar sin máscaras, ni disfraces, en todos los ámbitos en que nos movemos, explorando y dando lo mejor y único de cada uno de nosotros mismos, el modo de honrar esta maravillosa vida que se nos otorgó el privilegio de vivir? ¿De qué sirve cargar con tóxicas culpas si ellas afectan nuestro modo de dar nuestro amor en el día de hoy? Todo cambia de modo permanente en este mundo y de nada sirve quedar enganchados con el pasado. Ser auténticos y honrar la vida, tiene su premio, permite vivir en libertad y plenitud. 5* Susana compromiso |
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12-08-2009 |
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La vida es un premio segun como se sienta en el recorrido. La vida puede sentirse como un castigo, entonces, sería bueno ir a ese concurso para que nos dieran una colleja. Un saludo. australia |
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10-08-2009 |
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tremendo! bien escrito, buen final divinaluna |
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10-08-2009 |
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uyuyuyyy ohayoo |
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