Punto Final

María, me siento en la urgencia de escribirle esta epístola con motivo del deterioro, inexorable de mi salud.
Aunque al saltar de mi cama esta mañana, como cada mañana -cabe aclarar que lo de saltar es literal, ya que mi cama se encuentra a unos dos metros del suelo, desde donde puedo observar el movimiento del resto de los mortales que ingresan circunstancialmente o no a mi habitación y desde donde veo su vagar errático cual dios desde su atrio-todo parecía bien. Entonces no le di importancia al hecho que horas mas tardes me sumiría en una reflexión pre-mortem.
Un hecho sutil, tan sutil como terrible: "un segundo de mas". Parece despreciable, pero fue un segundo más el que demoró mi pie en tocar el suelo. Mi caída, como siempre guiada por la atracción de la gravedad y como todo el mundo sabe a una aceleración constante demoró un segundo mas en tocar tierra. Tal vez debí comprar el diario, escuchar el noticiero esperando la noticia: "la fuerza de gravedad ha disminuido", lo que seguramente me hubiera tranquilizado y hasta emocionado la idea que algún día de no revertirse su disminución, con un simple saltito pudiera treparse uno al cielo, llegar a las estrellas y tal vez hasta algún sueño. Aunque, claro, esos están mucho más lejos.
Pero no fue así, no hice nada de eso. Sencillamente porque la preocupación por tan sutil hecho no consiguió invadirme. Tal vez si hubiera hecho algo a tiempo. Pero ya es tarde, apenas logro sostener este inmenso lápiz por lo cual seré breve, quisiera finalizar la carta antes de dejar este mundo. Nunca me gustó dejar las cosas sin terminar.
Me imagino su desconcierto, todas las preguntas que tendrá por hacer, pero en realidad son las mismas preguntas que me hago yo, sumido en un pozo, sumido en una reflexión que no enciende ninguna luz en el horizonte.
Y como pesa este lápiz. Mi hombro ya casi no puede soportar el dolor. Le repito, seré breve.
Que absurdo pensar que la fuerza de gravedad se habría debilitado, que absurdo pensar en el cielo y las estrellas.
Ya no queda espacio en mí para los sueños. Mi tamaño se reduce a cada segundo. A cada segundo el mundo se agranda ante mis ojos cada vez más pequeños. Ya no me siento un dios mirando a la gente desde mi atrio. ¿Cómo habría de hacerlo, acaso? Que clase de dios podría ser tan frágil de ser destruido por el peso de un lápiz. Que clase de dios se transformaría en el punto final de esta epístola de desapariciones "."