¡Qué repreciosa es la fuente
que simboliza a mi pueblo!.
Porque un Dios bueno lo quiso,
de vecinita la tengo.
Ella me da su frescura
y regala, al son del viento,
música que sólo entienden
ninfas purificadoras
y almas que se enamoran
de su voz y sentimientos.
A hurtadillas de la gente,
cuando susurra el silencio
y las estrellas me hablan
de historias que voy aprendiendo,
abandono mi balcón
-donde tras noches me siento-
y, en alas de mi ilusión,
a su regazo desciendo.
. . .A pesar del oleaje
saltarino de sus miembros,
venciendo vagos pudores,
entre sus greñas me enredo.
Yo le cuento mis pesares
en un mundo que no entiendo.
Ella me cuenta sus cuitas
y las dos nos comprendemos...
Me dice que la maltratan
sin piedad, sin miramiento,
porque a comprender no alcanzan
que ella albergue sentimientos...
¡Mirad si es noble mi fuente
y sabe guardar secretos,
que, ni a mí, que soy su amante,
me cuenta líos ajenos;
siendo, tras horas, testigo
de lo malo y de lo bueno!.
¡Somos dos almas gemelas
en sentires y anhelos,
y entre beso nos fundimos
en dulce- fuerte aleteo!.
De pensamientos muy tristes
¡nos brotan rosas y besos!...
...¡Qué preciosa está mi fuente
con sus bracitos abiertos
y el diapasón de sus greñas
donde enredada me quedo!.
Entre el azul de sus aguas
y el azul claro del cielo,
velado por las estrellas
nuestro romance está preso.
Ella ¡canta, llora, ríe, sueña,
y sabe que todo es sueño!.
A eso de la media noche
-después de amante flirteo-
mi amada fuente se duerme,
y yo, soñando, ¡me acuesto!.
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