Cuando todos se fueron, me quedé parada en medio del salón,
con las manos tan vacías como la misma casa.
Entré a su habitación. Seguía intacta, con el mismo
desorden que la llenaba de voces, música, lienzos y pinceles en
todos los estantes . Sobre el piso, una infinita colección de libros
apretados en pilas desiguales . La guitarra, fuera de la funda, bostezaba
el olvido, en el rincón de siempre.. Todo lucía como siempre
y eso me dolió tanto, que una lágrima cayó sobre el
cristal del escritorio, donde el polvo había hecho arabescos que
parecían su nombre. Enjugue mi llanto para no manchar de angustia el
recuerdo.
Una pintura imposible de interpretar asaltaba los ojos de quien ingresaba
al “cuarto maravilloso”, como le gustaba llamarlo. Alguna vez le
pregunté qué era ese dibujo. Solo sonrió y me
contestó que era lo que yo quería que fuese. Así, me
quedé con la impresión de ver en las manchas azules, negras y
rojas, un pájaro herido tratando de alzar el vuelo.
Después supe que muchos de sus amigos habían visto lo mismo
que yo. Fue premonitorio.
Un hombre de traje negro vino a casa y me dijo que debía ser
fuerte, que estas cosas suceden pocas veces, pero que pasan, que la
compañía aérea estaba investigando, que tenía
que calmarme, que todo se arreglaría en el menor tiempo posible.
Solo recuerdo los ojos del hombre mirándome con gran asombro
mientras mi garganta
vibraba con los tonos agudos del dolor.
Hoy fue la despedida de un modo ceremonial, entre amigos y parientes con
rostros tan serios , que no pude más que reírme a
carcajadas.
Su partida tomó el color del cuadro, pero el pájaro herido
está en medio del cuarto, sollozando la ausencia.-
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