Domingo 10: 00AM. Subo a buscar a Mabel, me siento algo impreciso en las escaleras, la imagino saliendo del baño con su bata floreada mientras algo como remordimiento me moja los labios.
Domingo 12:00 AM. Mabel no para de monologar en el auto y ya tiene dos horas tratando de interesarme en la rabdomancia, estrategia inútil. Entre las líneas segmentadas de la carretera se va desgranando el estribillo de una canción de los setenta dejando que los ecos de mi adolescencia escurran hasta los pedales.
Domingo 4:00 PM. Ahora Mabel me da la espalda mientras que al fin enmudece ante la vista del lago que, desde la orilla, se nos antoja magnífico. Creo que es buen momento para terminar aquello que comenzó hace dos años. Un golpe seco, gotas rojas, gotas blancas y la obscura profundidad del olvido que todo lo perdona.
Domingo 6:00 PM. Un café en el auto stop, no hay justicia en el amor, pobre Mabel. Pienso que es mejor ir hacia el oeste, cruzar la cordillera será como cerrar la puerta de este ocaso que se recorta caprichoso sobre el tapiz infinito del cielo color silicio.