Aithor.

2. El regreso de Aithor.

El pueblo se encontraba durmiendo.
La casa que quedaba al final del mismo, estaba derruida.
Aithor todavía con los pasos de un durmiente, casi cómo si fuera un zombie, logró tirar la desvencijada puerta y entrar en el interior de la vivienda.
Desplazándose como pudo, llegó hasta el mueble-libreria del salón y abriendo uno de los cajones del mismo, encontró un libro.
Menos mal que entre el revoltijo de todas sus cosas, entre áquella destrucción que áquellos malditos hicieron con sus pertenencias, nadie había tocado la librería y menos el cajón que guardaba aquél libro lleno de recetas, con párrafos escritos en lenguas que ninguno de aquellos aldeanos entendía.
Sus manos temblaban cuando comenzó a abrir el mismo, allí se encontraban los secretos que harían a Aithor volver a rehacer su casa, su vida y sobre todo a vengarse de aquél pueblo que nunca había sabido entenderle.
Aithor intentó buscar una vela que le diera luz, todo se encontraba patas arriba, consiguió quitando de en medio escombros, sillas y mesas llegar hasta la cocina.
Y por fin, después de una rato de búsqueda, logró hallar un cándil.
Encontró también una caja de fósforos. Prendiendo uno de ellos, encendió la vela que portaba áquel cándil.
Se sentó en lo que quedaba de una silla a modo de taburete y apoyándo el libro y el citado cándil sobre una mesa de la cocina, comenzó a leer los versículos del libro.
Sus ojos iban aprendiendo de nuevo áquellos conjuros, conjuros que el tiempo nunca hizo desaparecer, sino todo lo contrario, el tiempo guardó como una tesoro, para quién los escribió una vez.
Aithor, dejó el silencio a un lado y comenzó a pronunciar en voz alta uno de los versículos.
La paredes de la casa, comenzaron a elevarse desde la nada, los ladrillos se fueron acoplando poco a poco, levantando las mismas.
Aithor se puso en pie, y levantando las manos, ordenó que todo lo que hubiera sido destruido, se construyera de nuevo, y así se hizo.
Los escombros se recompusieron y se amoldaron de nuevo a los huecos que en la vivienda habían sido abiertos.
Aithor se sentía poderoso, la vida íba entrando en él despacio, pero con mucha fuerza.
Sus labios sonrieron al ver que su poder conseguía restablecerlo todo de nuevo.
Una vez más, la última, subió los brazos de nuevo y cómo un omnipotente ser, ordenó que áquello que hubiera roto, desde el más pequeño trozo de cristal, hasta las lámparas, sillas, sofás, camas y demás fuera enmendado, cómo si lo hubieran traido a su casa desde una tienda.
La casa se cuadró en firme sobre el solar dónde fuera construída, ahora nadie pensaría que aquella vivienda hubiera estado de algún modo derruida.
Estaba nueva, cómo si la hubieran edificado hace tan solo unas horas.
Aithor salió al salón y echó un vistazo a la redonda, nunca había estado todo tan limpio y ordenado cómo lo estaba ahora mismo.
Subió las relucientes escaleras de mármol y abrió su alcoba.
Allí estaba, impecable, su cama recién hecha, su armario de madera de nogal, intacto.
"Ahora sí, mi regreso es y será un triunfo, éste madito pueblo pagará con su sangre lo que me hizo", dijo con voz grave mientras observaba la cama.
Aithor se introdujo en el baño, abrió el agua caliente y espero a que se llenara la bañera.
Se deshizo de sus arapos de muerto y se introdujo en la misma.
Tomó un largo baño, y acto seguido se puso su pijama, introduciéndose entre las suaves sabanas de su siempre adorada cama.
"Mañana, cuando el pueblo despierte, Yó lo haré con él, y será lo último que hagan, porque no volverán a ver el sol de nuevo", dijo con firmeza, mientras cerraba sus ojos y comenzaba a descansar como un mortal más ...

Escrito por Carlos Them

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