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El misterio de Amaranda.

1. La señal del otro lado.

Anotea se encontraba en casa de sus tios.
Acababa de llegar de sus vacaciones en una isla situada a escasos kilómetros del mar mediterráneo, el calor agobiante la hacía sudar, la luz del sol no era buena para élla, siempre cubría su cuerpo frente al mismo.
Anotea al igual que otros muchos habitantes de la ciudad de 'los nuevos nacidos' como se la acostumbraba a llamar, estaba enferma.
Aún no había cruzado el umbral de los muertos, volviendo del viaje que traería la salud a su persona.
Anotea se desnudó y se introdujo bajo la ducha, necesitaba hidratar su piel con el agua casi continuamente.
Su piel se escamaba a menudo, se resecaba de forma escandalosa, cada vez, que la exponía un momento a la luz del sol.
Al tiempo que el agua templada iba cayendo y mojando su cuerpo, Anotea notaba que se íba, notaba que algo la estaba pasando, algo que la hacía perder su fuerza, perder su vida, poco a poco.
Cayó de rodillas bajo el chorro de vapor, miraba asustada a todas partes, pero no conseguía ver con lucidez, con dificultad apartó el agua con las manos de sus ojos, pero seguía teniendo la mirada borrosa, una mirada que se iba alejando por momentos de la luz, entrando en una oscuridad increíble.
Anotea se desplomó sobre el suelo de la ducha, ya no podía realizar más movimientos, su cuerpo se encontraba rígido, duro.
Anotea empezó a entenderlo.
Se estaba marchando, se moría sin poder remediarlo, la había llegado la hora de su 'muerte clinica', allí mismo, bajo el chorro de agua de aquella ducha.
Sus ojos se cerraron, sus oidos aún escuchaban el agua cayendo ...
Sintió como empezaba a elevarse, ahora volvía a ver, volvía la luz a élla.
Su espíritu se elevaba como un globo, con suavidad, viendo su cuerpo, viendo el agua cayendo sobre éste.
De pronto volvió la oscuridad, ¿ dónde se encontraba ahora ? ...
Comenzó a oir un sonido como si fueran las galerías de unas cloacas.
El sonido era cada vez más intenso, su ser se movía a una velocidad dificil de describir.
No sentía peso alguno, sólo movimiento, cómo si algo tirara con mucha fuerza de élla ...
Al cabo de unos minutos, vió luz, una maravillosa luz que resplandecía como si fuera el sol.
Anotea, intentó cubrirse, pero se dió cuenta de que no tenía ya nada que cubrir, su cuerpo había quedado bajo el agua de la ducha, sólo su espiritu, su verdadero ser, estaba allí.
Era la primera vez, que no tenía miedo a la poderosa luz de aquél sol que se iba apróximando rápidamente a élla.
De pronto vió, cómo una figura recortada, una figura blanca que resplandecía delante de ese sol.
Según se iba acercando más y más, pudo ver algo que la dejó atónita.
Aquella era la figura de su padre, su padre, muerto hacía yá diez años.
Su padre la sonreía, abrió sus brazos en una señal de bienvenida para su hija, una hija que acaba de cruzar el umbral de la vida eterna.
Anotea acabó directamente entre los brazos de su padre, y de pronto sin saber cómo, ni por qué, se encontró de nuevo en la oscuridad, en medio de aquél ruido infernal de cloacas.
Trás unos minutos, volvíó a ver el chorro de agua y su cuerpo rígido tumbado bajo el mismo.
Estaba volviendo, acaba de terminar su viaje al otro lado, un viaje más rápido que el acostumbrado por los demás, que cómo élla, habían tenido la experiencia de esa 'muerte clinica'.
Notó cómo suavemente se introducía en su cuerpo de nuevo, éste se contrajo en convulsiones exporádicas, antes de comenzar a despertarse de su momento de letargo.
Anotea abrió lentamente los ojos, mirando borrosamente a su alrededor, hasta que la visión se empezó a aclarar más y más.
Se notaba distinta, más fuerte, más sana que antes de empezar aquél viaje.
Se levantó, cerró el grifo del agua y salió de la ducha, cómo si nada hubiera ocurrido.
Quisó realizar un experimento.
Acercándose a la ventana de la habitación, abrió ésta y dejó que la luz del sol bañara la piel de su cuerpo desnudo.
Anotea se miraba, su piel no se escamaba, no sentía nada anormal, estaba curada, era un milagro realmente, un milagro haber vuelto sana y salva de aquella experiencia. Tan sólo necesitaba ahora, vestirse e ir al hospital para un reconocimiento por el médico naturalista, el guia espiritual de todos los nacidos en Amaranda.

Escrito por Carlos Them

© Copyright Carlos Them 2008. Todos los Derechos Reservados. All Rights Reserved

Texto agregado el 09-08-2009, y leído por 74 visitantes. (0 votos)


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