Hay ojos llenos de esperanza que tiñen las pestañas de goloso porvenir.
Ojos pacientes que aguardan a otros perdidos, que buscan, que observan cada partícula de presente.
He visto ojos muertos de futuro, imagen conocida, bostezante, perezosa, ojos huecos, vanos, vacíos, desquiciados.
Ojos de niños adultos que no hallan su mirada más que en la ilusión del sueño que aún está por venir.
Ojos embriagados de licor, de aroma de recuerdo, de añoranza de tiempos perdidos que se pierden en el brillo del cristal.
He mirado tus ojos chispeantes de vida, pícaros, risueños, transparencias de tu alma femenina e incandescente.
Y los suyos, apesadumbrados, huidizos, vergonzosos, que abanican sentimientos de silencio y de dolor.
Ojos de mi niño que me piden con anhelo el asenso en mi mirada.
Ojos que recorren el pasado y el futuro con el solo hecho de mirar.
Y otros ojos, adolescentes, buceando en la ciudad por debajo de las faldas, por encima de las barras, por en medio de las piernas.
|