Había una vez un hombre, que tenía un trabajo no muy digno. Su jefe, era muy malhumorado y le pagaban muy poco.
El hombre, era soltero, un hombre normal, sin ningún trastrono físico ni nada que resalta a simple vista. Pero sin embargo, éste hombre era muy especial. Amaba la escritura.
Y además, escribía maravillosamente bien. Sin embargo, se conformaba con ese trabajo. Y en sus ratos libres, usaba su computadora para escribir, a escondidas de los demás empleadas, por miedo a que lo acusaran con el jefe.
Sus historias eran realmente mágicas, llenas de corazón. Eran muy variadas, y atrapantes.
Hasta que un día, en esa empresa periodística, un hombre muy bien parecido, fue a hacer una inspección.
Nuestro protagonista, se encontraba escribiendo, cuando el inspector irrumpió en su oficina. Desesperadamente, el hombre tapó con ambas manos la pantalla de la computadora, pero el otro las apartó y comenzó a leer.
Sus ojos brillaban cuando seguía con la vista aquellas hermosas palabras. Se detuvo, y dijo:
- Esto es realmente hermoso. A ver... Tú eres...- dijo fijándose en su planilla- Eres... Eduardo, Eduardo Howell...
- Sí...- dijo Howell trémulo- Escucheme, por favor, no le diga de esto al jefe, no le gusta que use la computadora en otras cosas, por favor...
El inspector, se quedó mirándolo, y luego le dijo:
- ¿Por qué trabajas aquí?
- Señor, por favor no vaya a despedirme, por favor...
- Le hice una pregunta- lo interrumpió- No se desespere, no hay nada de que temer. Conteste.
- Disculpe. Trabajo en esta empresa, porque no tengo otro lugar. Además estoy cómodo, a pesar de mi insignificante sueldo. Tengo una computadora en donde puedo escribir, soy soltero y lo que me pagan me alcanza.
- Bueno, olvídese de este trabajo. Me presento, soy Marcos Lingberg, y trabajo en una editorial, la que estaría encantada de leer tus flamantes historias. Este talento que posees, no muchos lo tienen. ¿Alguna vez estuydiaste algo?
- Nada relacionado con el tema, señor.
- ¿No lo ves? Es talento natural, muchacho, aprovéchalo. Desde ahora, no trabajas más en este miserable lugar. Ven, vamos. ¿Aceptarías un trabajo como escritor?
A Howell, se le iluminó la cara, y asintiendo, se fue con el inspector a la editorial.
Muy poco tiempo después, Howell se convirtió en un escritor muy admirado por todos. Se hizo rico, se casó, tuvo tres hijos. A medida que ganaba, usaba la plata para ayudar a sus padres, y familia. A las personas que lo necesitaron, el siempre estuvo allí. Fue feliz. |