Lo primero, que como su nombre lo indica, se requiere un macho. Pero antes, recuerda que el primer placer de la cocina es cocinar, así que haga durar ese disfrute eligiendo un macho viejo para que no se cueza en el primer hervor.
Tome a su macho y recuéstelo de espalda en una angosta cama, de modo que puedas tenerlo al alcance de la mano desde todos los ángulos.
Con las uñas haga leves y largos cortes en la piel comenzando por los muslos y subiendo por el vientre y el pecho. Es importante que en todo momento no deje de mirar los ojos de su macho, no vaya a ser que comience a sudar antes de tiempo y salga corriendo calato.
Una vez hecho los cortes, cubra con sal el cuerpo y aderécelo con sillao y ají en tiras. El ají debe estar sin pepas ni venas. La cocina peruana tiene mucha influencia de la cocina china, pero se trata de una receta de cocina y no de suplicio chino.
Si el macho aún sigue en la cama tome su cara entre sus manos y béselo, primero suavemente, recorriendo con la lengua cada centímetro de su rostro, sienta el salado de sus lágrimas y del adobo. Se lo merece. A esta altura, el salado surge naturalmente de cada poro; se espera que el macho sude y lagrimee, es ahora donde usted debe aplicarle lentamente la cebolla morada en rodelas o anillos. Cubra completamente la piel no importando que éstas caigan fuera, pero seleccione aquellos anillos de cebolla que más coincidan con el grosor de su macho en aquella parte que lo define como tal. No se preocupe si reserva demasiada cebolla, los machos viejos siempre dan la medida, pero ahora usted debe ser parte de la receta.
Humedezca sus dedos en aquella zona que más sudor genera el macho y tome entre sus dedos índice y pulgar el extremo superior de su aleta penial. Mirando a los ojos aplique una fuerza opuesta a la dirección que esta señala hasta llegar a la base de la carne. La esencia de esta receta está en la sorpresa, un macho sorprendido suda más que uno que anticipa el movimiento.
Si siente que le falta humedad, regálele un poco de la suya, puede ser con la boca directamente, o mediando los dedos.
Si tiene dudas de cuándo el trozo está a punto, vigile la boca del macho, y esta exhalará de forma agitada, dirá malas palabras o hablará en lenguas, si ya no se entiendo lo que dice, o este recurre a frases cliché o ¡Te amo! Súbase rápidamente sobre él a horcajadas tapando su boca con su entrepierna. Un macho sudado es siempre más sabroso si uno reconoce en él parte del sabor propio. Es decir, sude usted también. Tras cierto momento, será el mismo macho quien le demande entrar al horno, la experticia del macho es calcular el cuándo, suspiros, ahogos, sudor o lubricante.
Cuando llegue el momento, le quedará claro a ambos, pero no dude en darle una gran bofetada en el rostro a su macho. Eso no tiene nada que ver con la receta o el sabor final, es sólo un placer de la cocinera que raras veces se da, porque el macho ya es suyo y sudará hasta que usted lo diga. Es de esperar que no haya seleccionado un macho masoquista, porque la receta nuca llegará a prosperar.
Hay variaciones que indican que si usted le da a probar sus pechos ungidos de sal, ají y sillao, el macho suda el doble, pero no es recomendable con pechos muy exuberantes pues el macho termina aburriéndose y comienza a pedir el control remoto de la TV (hay testimonios que lo señalan)
Finalmente, rocíe el cuerpo del macho y el suyo en aceite de oliva. No importa que no sea virgen. Un macho viejo no lo es y tampoco usted si se interesó en esta receta.
Ahora tendrá sobre la cama un macho sudado, una cocinera abierta como un horno, o un horno abierto como una cocinera, lo demás es fácil, el aceite de oliva siempre hace que coincidan los espacios y sabores, el lleno y el vacío, el ying y el yang.
El tiempo de preparación no está asegurado, pero de ahí en adelante debe montar al macho y agitarlo, no atienda los ¡Ay! ni los ¡Uy! Que pueden deberse al exceso de sal o aliño, la única forma de saber si el macho sudado está listo es cuando usted lo decida, por tanto, no inicie la receta si no tiene un antojo feroz de macho sudado.
Si después de saciarse, le queda algo, guarde en el refrigerador. Saber que se tiene un macho sudado esperando en casa siempre es motivador.
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