¿Les cuento algo? Juanita y maría querían comprarse dos caramelos azules con dos pesos. El problema era que cada caramelo costaba eso, dos pesos; lo que significa que solo alcanzaría para uno. Si maría se quedaba sin caramelo se ponía a llorar y se iba a contarle a mama que juanita no le había querido compartir de su caramelo; y si juanita también lloraba porque la que tenía el caramelo era maría, entonces le haría pataletas a mama y a decirle que maría no es su hermana. En esos casos mama saca un cinturón azul de la valija, y azotándolo en sus narices les dice que si se van a comportar o les pega. Juanita ya había cesado de llorar, pero algo le había quedado adentro, algo que no la dejaba hablar y le atragantaba los mocos. El tío francisco dice que son sollocitos; que es lo que resta del llanto y la tristeza. Si, eso tenia juanita; sollocitos. En cambio maría si recibió sus buenos cinturonasos, porque mama cuando advierte algo lo cumple; y estas ves la pobre se negó a obedecer y ahí tiene. En la noche no salieron del cuarto a cenar, pues cada ves que hacían travesuras o se peleaban (y luego el cinturonaso azul de mama) preferían quedarse en sus camas bocabajo, creyendo contar estrellitas.
Mama tomo la decisión de no darles más pesos para los caramelos. Bueno, la verdad para el único que alcanzaba y que no se sabia quien de las dos quedaba con el. Lo que si se sabe es que no gustaban compartirse cosas.: juanita decía que maría era egoísta y maría vociferaba que la egoísta era juanita con “e” de estúpida. Pero esto trataban de decirlo a media voz, claro, por mama: si las llegaba a encontrar en otro pleito sacaría el cinturón azul de la valija. Y esta vez, casi gritando les diría: ¡Bueno, culicagadas, se van a comportar o que! Pero maría era siempre la que hacia aspavientos, y no salían toda la tarde ni en toda la noche de su cuarto, sobándose las nalgas, contando estrellitas. Fue entonces que mama empezó a cargar el cinturón por toda la casa, con su mano izquierda. El cinturón, como ya he dicho era azul. Lo que mas duele es la hebilla. Mama siempre les pegaba con ella; no se si por achaque o maldad. Una vez le dijo a juanita que si seguía diciendo que maría no era su hermana le iba a pegar el doble de cinturonasos que le daba a maría. Pero en parte juanita tenia razón; a decir verdad siempre se sentía como una recogida en la casa. No se parecía en nada a maría: sus ojos eran cafés y los de ella negros; el cutis de su rostro era muy diferente al de ella; ella era mas narizona que ella; sus senos eran mucho mas grandes; cada una tenia mas dedos en la frente que la otra.
Maria no paraba de llorar. Cada vez le eran más visibles unas ojeras que le habían empezado a salir desde que comenzó a llorar.- Bah! ¿Llorar por un caramelo azul? Decía el tío francisco. El tío francisco era bueno; digo era por que ahora esta muerto. A juanita y a maria de ves en cuando les daba pesos para los caramelos, en unos de esos días que la suerte estuvo con el. Pero en la tarde cuando escuchaba a mama gritar: “Mocosas, no me vuelven a comprar caramelos”, se quedaba confundido y se preguntaba si acaso una de las dos perdía sus pesos o era que lo hacia por buscarle pleito a la otra. Por eso le parecía absurdo que se ganaran sus buenos cinturonasos de mama por unos caramelos. Pero a la vez se ponía triste cuando oía detrás de la puerta llorar a juanita. Lloraba y contaba: 1, 2, 3, 4, 5, 6,7…. ¡estrellitas! Luego un sollocito profundo, tiritando.
Maria lloraba con fuerza, lamiéndose las lagrimas. Mama le daba otros tres cinturonasos y le decía: ahí tenes para que sigas llorando. Y si, seguía llorando. Y mama le daba otros tres funfurruñando. - ¿Quieres mas? Le decía, agitando el cinturón. – Yo lo que quiero es un caramelo azul. Contestaba entre lágrimas...- ¡Y dale con los benditos caramelos! ¿Y porque te los dejas quitar de tu hermana?- No. Ella me los quita a mí. Además: siempre te dice que no soy su hermana. Contesta maria. –Ella sabe que si vuelve a salir con eso, le doy sus buenos cinturonasos por mentirosa. –contesta mama. ¿Y entonces? ¿Qué? ¿Qué hay de mis caramelos? Mama con cinturón en mano, haciéndole un ademan en las nalgas le dice: ahí tienes tus caramelos! Bah.
Todo cambio el día que murió el tío francisco. Ni mama, ni juanita, ni maria (ni mucho menos yo) saben de que se murió. El hecho es que juanita y maria empezaron a hacer de nuevo buenas migas y mama ya no les pegaba. El cinturón azul lo escondió para siempre. Mama empezó a regalarles de 4 pesos a cada una, para que se compraran de a dos caramelos. Se los regalaba y fruncía el ceño como advertencia. Pero hubo veces en que, o el caramelo subía de precio o algún de las dos perdía sus pesos por embromar. Si las dos lloraban corrían a contárselo a mama y a protestarle. En esos casos mama sabía muy bien donde era que había escondido el cinturón azul y les daba, a cada una, sus cinturonasos. Y lloraban y contaban: 1, 2, 3, 4, 5, 6,7…. ¡estrellitas!
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