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Tengo ganas de un respiro grande, una bocanada de aire fresco por donde pueda entrar el mundo a mis recuerdos.
Tengo ganas de un Sur, de un Norte y de un fuera de aquí tan urgente como la respiración.
Tengo ganas de una tarde frente a un lago diáfano de la patagonia, pero en otoño. Pescando sentado en un muelle de madera, con unos amigos de siempre y tomando mate como los que sabemos.
Una tarde de apaciguar ideas y recuerdos, de sembrar paces y vivir de los minutos que caminen con tranquilidad mirando al mundo en la cara.
Tengo ganas de una tarde sin música ni ruidos. Solo las cigarras y los pájaros que canten en una orquesta infinita de flores y relajos. Así, con e anzuelo listo y el pan tibio competiremos en un concurso eterno de templanza tan azul como el reflejo de aquél lago.
Y nos reuniremos alrededor de un fuego con esa guitarra a tararear canciones del pasado y a inventar otras nuevas que nos aplaquen en alma desesperada de tantas realidades.
Pintaremos un perfecto mundo para nadar por las mañanas, sin apuros de comidas ni bocinas torpes que van mordiendo el aire.
Y nuestros perros correrán felices en un bosque de nunca acabar que comience en nuestras cejas, encontrando la humedad que necesita en nuestros propios llantos y sonrisas. Así, crecerán más y más los troncos hasta hacer un aserradero de deseos impregnados de bailes y festejos.
Quiero beber un buen trago al calor de una fogata compartida con amores de amistad que no terminan.
Quiero abrir las alas y emprender un vuelo tan alto como sea posible imaginar las andanzas de un viajero olvidado por el tiempo, que regresa a recuperar miles y miles de años abandonados en el último rincón de lo mezquino que es el mundo.
Que corran una y otra vez las aguas de los manantiales que llenan la boca de frescura con solo imaginarlos.
Nos abriremos paso entre las hojas y encontraremos ocultos secretos en senderos muy abandonados.
Recogeremos nuestra propia comida para mezclarla con todos los deseos contenidos, guardados en un frasco indestructible que permanece en nuestras casa albergando los secretos más hermosos hasta su momento de gloria en desenfreno.
Una paz tan desenfrenada que pierde su esencia tranquila, para tranformarse en ese delicioso licor que necesitan hoy los espíritus castigados más que nunca por los tiempos.
Un elixir de hojas y de brisas que elimine la locura cerebral que ahora resistimos. Soltará nuestros instintos inundando el universo de alegres y de soles.
Una ronda sin fin entre los árboles amigos y llamados a distancia entre juegos, recorridos y hombres felices rasguñando cada hueco para impregnarlo de vibras y colores. |
Texto agregado el 07-08-2009, y leído por 108
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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07-08-2009 |
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Tu narrativa atrae y entretiene grauer_wolf |
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07-08-2009 |
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Proporciona placer enfrascarse en la lectura de tantas imágenes de paz.
Gracias. Palom_ |
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