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Inicio / Cuenteros Locales / morganayorugua / DOBLE DE MUERTE

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Apenas entró, lo sorprendió la atmósfera viscosa que inundaba la habitación. El penetrante olor ámbar a miel de caña lo llevó a descubrir al desagradable insecto que apenas podía moverse. Sus débiles patas velludas se adherían fuertemente a los restos de melaza desparramados por doquier. Inútilmente se esforzaba por levantar vuelo. Era fácil deducir, por la desesperación del animal, que pronto moriría. El hombre no podía dejar de mirarlo, con un dejo de lástima pero incapaz de darle auxilio, hipnotizado por la desesperada agonía. Tampoco era capaz de aliviarle el sufrimiento dejándole caer su enorme zapato negro encima.«Un moscón verde, de esos que rondan los cementerios… ¿cómo es que se llaman? ¿Del panteón? O algo así… ¿Será cierto eso que dicen de que pueden intuir una muerte hasta veinticuatro horas antes y desde entonces ya andan rondando?...». El chillido de otros zapatos de goma sobre el parqué encerado lo sacó de su ensimismamiento.
—Comisario, ¿quiere que le vaya a buscar los polvos para levantar huellas?
—No, ¿qué te parece, imbécil? ¿Qué estoy meditando, acá?... Pensé que ya habías ido a buscarlos —agregó más calmado, acomodándose la camisa bajo el pantalón por enésima vez en el día.
—No se ponga así, comisario… De camino me encontré con el conserje del hotel y me preguntó si quería interrogarlo.
—Sí, claro que quiero: a él y a todos.
—Se lo traigo entonces…
—¿Acá me los querés traer? ¿Todavía no sabés que esto es la escena de un crimen? A-la-co-mi-sa-rí-a… andá y decile que nosotros lo vamos a citar para que se presente en la Seccional… o en la División si ya hay detective asignado.
Bermúdez se dio vuelta cabizbajo.
—Dale, apurate, ¿o te creés que tengo todo el día? ¡Para hoy necesito esos polvos!
El moscón había muerto. Estaba duro, con las alas desplegadas como sorprendido en pleno intento de vuelo. Olivera lo tomó de una de ellas y trató de despegarlo del charco de melaza. Se quedó con el ala en la mano. La apretó con la yema de los dedos y sintió cómo se deshilachaban, poco a poco, las múltiples nervaduras; entonces sacudió los dedos deshaciéndose de los restos. Desarmó una birome que había sacado del bolsillo de su camisa celeste, se sentó en el suelo y con la punta la lapicera, intentó cuidadosamente retirar los restos del malogrado insecto.
Al cabo de cinco minutos de esmerado trabajo, desde distintos ángulos, consiguió su objetivo. Suspiró y se limpió el sudor de la cara con un pañuelo arrugado. Acto seguido se levantó, apoyando las manos en el piso, y se dirigió al baño, donde tiró el diminuto cadáver al inodoro; limpió la lapicera con papel higiénico antes de armarla de nuevo.
Después se dio vuelta para mirar, como si fuera la primera vez, el cuerpo que yacía inmóvil sobre la alfombra.






Texto agregado el 06-08-2009, y leído por 88 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
08-08-2009 Pobre moscardón verde!Terminó en el water cló! elipolaca
07-08-2009 Buen texto, me gustas para escritora******** JAGOMEZ
 
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