Desde el altar fluye tu sangre
hacia la vida.
No es lo sagrado del nuevo pacto,
ni la reverencia de estos rostros
que buscan misericordia
en el trozo de yeso
que es esa imagen espectral.
No es vino, ni es tu sangre,
no es pan , ni es tu cuerpo.
No se posa en el alma,
ni germina la semilla del amor
en palabras huecas y gastadas
que con el eco, espantan aves y huyen lejos
(tal vez la inocencia de un niño llore
y esas palabras mañana olvidemos).
El altar no es lo sagrado,
Ni misericordia
siente un trozo de yeso.
No es vino, ni tu sangre,
no es pan, ni es tu cuerpo.
Mas en la sangre, en el alma
y en el ser
hay mas divinidad que
en todo el templo...
en ellos se hace carne la semilla,
se perdonan las heridas
y palpitan rebosantes sentimientos;
es el altar que escogiste
para hacer de lo vivido
algo sacro y eterno.