las mentes flotantes
se deslizan ajenas
a las directrices
de sus páginas.

son eternas viajeras sin rumbo prefijado,
pues no hay prefijo más allá del micromundo telefónico.
en diversas ocasiones juegan con sus cabellos
para ver quién consigue colgarse
más barricas de vino
en el espacio entre carabanchel y la cocina del infierno.

cuando una de ellas sufre de conjuntivitis,
se magrean, todas, las sienes,
mientras la afectada
baila una jota extremeña.

en días grises
se disfrazan
de vagabundos.

en días soleados
se visten
de políticos.

saben de todo.

porque
son
locas.

no tienen memoria.

porque
tienen
hachís.