Sonó el despertador y, como todos los días, Francisco lo apagó inmediatamente. Luego volvió a cerrar los ojos para dormirse cinco minutos más.
Y cinco minutos después se levantó, satisfecho de haberse despertado sin ayuda del aparato y fastidiado sin saber porqué. Sin embargo realizó sus actividades de todos los días antes de ir a estudiar, incluso con la molestia que no era parte de su rutina ni de todos los días. Entró en su dormitorio con una toalla en la cintura y la otra alrededor del cuello, el pelo húmedo, las sandalias mojadas y con el agua llevándose la pereza por el desagüe. Pero no sintió el frío de todas las mañanas invernales de Lima; es más, no recordó siquiera haberse jabonado siguiendo la rutina de baño de todos los días; pero eso no importaba porque se había bañado en apenas diez minutos y volvió a sentirse satisfecho porque le faltaban ya no diez, de todos los días, sino quince minutos para salir a la universidad. Se puso, siguiendo el orden de todos los días, la ropa interior, los pantalones, la camisa y los zapatos, pero no pudo sacarse la molestia que no era de todos los días. Cogió su mochila con su útiles para la universidad y la casaca de todos los días desde hace solamente dos años; y se dirigió a la cocina a tomar su vaso de agua de todos las mañanas desde que empezó a fumar. Entonces recordó que no había anudado los pasadores de sus zapatos; dirigió su mirada hacia ellos y notó que estaban perfectamente anudados como todos los días. Pero no hizo caso a este detalle porque aún seguía la molestia que no era de todos los días y además aún le faltaban cinco minutos para salir a la universidad. Llegó a la cocina y se sirvió el vaso de agua desde que empezó a fumar; entonces descubrió, en el instante en que caía el agua de la jarra al vaso, el porqué estaba fastidiado, y se dirigió al baño. No recordó haberlo hecho, como todos los días en la ducha, bañándose; pero eso tampoco le importó mucho porque ahora lo estaba haciendo en el inodoro y estaba sintiendo ese temblorcito, que no es de frío pero sí de todos las veces, que a uno le da cuando se libra de una molestia como esta.
Pero también estaba sintiendo entre las piernas un calorcito que rápidamente se convirtió en un friecito que no era de todos los días. Entonces despertó, sin ayuda del aparato, y vio que recién habían pasado los cinco minutos de todos los días después del despertador.
Luis José Jara Mallqui, Lima 30 de Mayo de 2004
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