Mi panza está enorme, un trabajo de cinco años sin ejercicio. Todos los días esas pizzas huts, chatarra, más chatarra. Me acostumbré a esa rutina. Había ideado en la puerta un sistema especial para recibir cosas sin tener que abrirla; incluso, mi gato obeso Baldemar podía salir y entrar cuando quisiera del pequeño departamento del piso quince en que vivía.
Hace cinco años que no salía a la calle, ni si quiera al pasillo del edificio. Mi única relación con el mundo exterior era el conserje. Conocía sólo su voz. Mi barba estaba muy larga y ya empezaba a entorpecerme en las labores que realizaba en el chiquero de la cocina, pues sólo a veces me daba por pasarle un paño e incluso lavar los platos. Me faltaba sólo calentar mi matera para empezar con el espectáculo. Es así…me gusta el mate.
Durante todo este tiempo me he dedicado a observar como un voyerista tiempo completo. Tengo unos larga vista y sé cada historia humana de las casas y edificios que me rodean. En el quinto piso del frente está la familia Carranza, así les puse para identificarlos. Son ejemplares: cariñosos. Veo cómo abrazan a sus hijos al llegar del trabajo. En el séptimo piso hay una pareja fogosa que presenta la mejor pornografía que podría esperar, casi caen en el sadomasoquismo. Y entre muchos más, justo frente a mi departamento hay una mujer hermosa, pero triste. Todos los días la visitan hombres distintos. Hago un zoom para ver su lindo rostro con los labios hacia abajo…tristes. Creo que me enamorado de ella y hasta a través del conserje le envío cartas para recordarle que es una mujer fenomenal. Me gusta cuando las lee, porque se alegra, aunque no sepa quién le escribe. Creo que todos le regalan joyas, porque le gusta el oro, pero nadie le da ninguna palabra cariñosa. Esa es mi rutina y a veces me producen crisis saltarme algo, porque se me ha hecho importantísimo. Sé a quién tengo qué mirar a la hora correcta.
Baldemar pasa por mi pierna acariciándome con sus rollos. Me mira directo a los ojos.-Soy un viejo pervertido- le digo con tristeza. Y la verdad ya no me hace tan feliz ser un voyerista de profesión. Quiero conocer esa chica, le cuento a mi gato. Él me responde con un miau, asintiendo. Durante 15 años fui el actor más perseguido por la farándula y convertí mi vida al revés. Me aburrí de no tener un día de tranquilidad y nadie sabe de mí, dónde estoy. Ahora, creo que Baldemar tiene razón. Me dirijo al baño y me afeito por completo y visto con mi mejor traje. Tengo miedo de abrir la puerta. Siento agorafobia. Después de mucho pensar la abro. Mis piernas tiritan. Espero que nadie me reconozca en la calle. Se abre el ascensor. Hay dos personas adentro de éste. Me saludan, pero no me reconocen. Bajo al primer piso y me encuentro con el conserje. Primera vez que veo su rostro y es tal cual me lo imaginé. Lo saludo y él me mira extrañado. No sabe quién soy.-El 1501- le digo y sonríe.
Estoy en las afueras. En un parque. Corro como un niño desesperado, tocando el pasto. No hay agorafobia y llego hasta el edificio de la hermosa chica. Para coincidencia, vive en el 1501. Toco la puerta. La abre. Me quedo en blanco. –Lo conozco-me dice. Sigo en blanco.-Es el actor famoso que desapareció, mi madre lo admira, deme un autógrafo-.Sigo en blanco y le firmo una boleta que me pasa. Antes de decirle algo, me dice que está ocupada, pero que en media hora más puede atenderme. Cierra la puerta.
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