La Mancha
Mi historia comienza con una resignación. La resignación de saber que nunca podré integrarme a la sociedad. Durante largos años lo he intentado pero en cada intento el fracaso se hacía inmediato. Intenté conseguir amigos, pero de a poco me di cuenta que la amistad es sólo un mito, todos los que se hacían llamar mis amigos terminaron traicionándome o abandonándome. Intenté conseguir una pareja, pero en cada relación se hacía evidente que el interés era solamente material y no había verdadero interés en mi. He heredado una inmensa fortuna de dinero de mis padres, quiénes de haber concebido otro hijo seguramente le hubiesen dejado todo a él. Intenté conseguir trabajo pero, luego del séptimo empleo en el último año, me di cuenta que era inútil trabajar si con la herencia podría vivir tranquilamente hasta mi tumba. Mis gastos son muy pequeños, pese a mi gran fortuna, hago todo lo posible por acortarlos. Vivo en el quinto piso de un edificio mediocre y maltratado desde hace 6 años. Mi departamento es muy pequeño pero a su vez muy cómodo. Paso encerrado en mi habitación todo el día divirtiéndome con juegos que sólo mi mente puede idear. En la pared opuesta a donde se encuentra mi cama hay una ventana que mira a un mundo inmenso e incomprensible, al cual sólo salgo para hacer compras.
Un día como cualquier otro abandoné mi refugio para comprar víveres. En el recorrido, como es habitual, evito tener contacto visual con otras personas para que no noten mi pequeñez y, sobretodo, evito cruzar palabras para que no noten mi debilidad. Entré a la tienda a la que voy siempre, aprovechando que el anciano que atiende es sordomudo porque no hay posibilidad de conversación. Compré todo lo necesario y regresé a mi departamento.
Luego de un desayuno rápido, me dirigí a mi habitación y me acosté dispuesto a leer el diario de la fecha. Siempre compro el diario, es mi único vínculo voluntario con el mundo allá afuera. Sin embargo, cada vez que lo leo, me siento más seguro en la soledad de mi departamento, ya que la mayoría de las noticias son trágicas y tristes. Cuando acabé mi lectura me acosté boca arriba y no pude evitar observar una mancha que se había formado en el techo. Ésta era negra y pequeña, pero contrastaba horriblemente con la blancura de mi habitación, haciéndose molesta. Tomé un trapo e intenté sacarla, pero no salía. Probé con agua y detergente, pero la mancha seguía ahí. Entonces me rendí y volví a acostarme. No pude ignorarla, estaba siempre con la mirada fija en ella.
Luego de unas horas, comencé a entretenerme buscándole formas. Pero curiosamente cada vez que dejaba de mirarla, ya sea para pestañar o descansar los ojos, cambiaba de forma. Una pelota, una mujer, una flor, una daga, una antorcha y así infinidad de formas. Me tomé el tiempo de dibujar cada forma en las hojas de un cuaderno completamente nuevo. Luego de varias horas de lo mismo se acabaron las hojas del cuaderno y tuve que dejar de dibujar. Entonces comencé a intentar adivinar cuál sería la siguiente forma que la mancha tomaría. Sólo una vez adiviné, pero en el fondo se que hice trampa, ya que supuse que tomaría forma de mancha y eso es lo que es.
Pasé el día entero jugando, acostado en mi cama, incluso reemplacé mis horas de sueño para jugar. Al día siguiente fui a la tienda nuevamente. Ésta vez no compré el diario, lo olvidé, mi mente estaba concentrada pensando en qué forma habría tomado la mancha. Al regresar desayuné muy rápidamente ansioso por volver a mi habitación. Lo primero que hice al entrar fue mirar al techo. La mancha había crecido considerablemente de tamaño y ahora tenía forma de arco iris…de color negro. Me acosté para continuar jugando, pero ésta vez la mancha tomaba formas sin sentido, o quizás era falta de imaginación por no haber dormido. Intenté dormir, pero no pude resistir y continué mirándola. Ya no cambiaba formas, había adoptado la forma de una horrible guadaña, arma con la que se la representa a la muerte. Me aterré al ver ésta nueva forma e intenté hacerla cambiar. Le pedía mentalmente a la mancha que cambie de forma, pero nada ocurría. Luego se lo empecé a pedir en susurros, que lentamente se fueron transformando en gritos de desesperación. Pero la mancha no se movía.
Me descontrolé totalmente, y comencé a arrojarle cosas, un libro, dos libros, un cuadro vacío, un vaso de vidrio, la lámpara, la silla. Pero la guadaña negra persistía. Entonces decidí salir del departamento para quejarme tímidamente al encargado. Le dije que había una mancha en mi techo y me miró con rabia. Al parecer tenía mil cosas más importantes que hacer que ponerse a limpiar manchas. Pero estaba obligado a acompañarme. Subimos por el ascensor, el cuál, en compañía de alguien molesto me parecía enorme y peligroso. Al llegar al departamento le abrí la puerta y entramos a mi habitación. Pareció sorprenderse por el desorden que yo había causado con mi ira, pero lo disimuló muy bien.
Le señalé la mancha, la cuál ahora volvía a ser pequeña y tenía forma de mancha. El hombre se disculpó y me explico que la cañería del piso de arriba se había roto y eso era una mancha producida por el agua en el techo. Enseguida llamó a un plomero que en unas horas logró repararlo. Habían hecho un hueco en el techo para la reparación, pero luego lo taparon y la habitación quedó como antes.
Me acosté a descansar y pude dormirme sin problemas. Al despertar me horroricé, toda la habitación estaba cubierta de negro. Me levanté rápidamente para salir de ahí lo antes posible pero la puerta había desaparecido, la única salida era por la ventana, la cual, sin dudarlo atravesé de un salto. Pensé cómo había hecho la mancha para volver y ocupar mi habitación tan rápidamente, pero no encontré razón posible y tampoco podía imaginarme qué había pasado con lo puerta. Luego comencé a darme cuenta que estaba teniendo demasiado tiempo para pensar y de repente recordé que yo vivía en un quinto piso y que esa ventana no tenía balcón…
¡Desperté! Ahora la habitación era completamente blanca, me alivié cuando me di cuenta que todo había sido una pesadilla y que estaba de vuelta en mi querida habitación y no había mancha alguna…pero…algo andaba mal. Por alguna razón escuchaba un beep-beep constante y molesto sobre mi cabeza. Intenté pararme para ver que era, pero un horrible dolor en todo el cuerpo me lo impidió. Comencé a ver las cosas mas claramente, y me di cuenta que esas cuatro paredes no pertenecían a mi habitación, sino a la habitación de un hospital, al cuál había sido trasladado luego de mi caída del quinto piso. No había sido una pesadilla, y el horrible recuerdo de la mancha volvió a mi cabeza y llamé de inmediato a la enfermera. Enseguida apareció y me trató con una horrible e innecesaria dulzura. Me dijo que un tal doctor vendría verme pronto y se fue. Luego de varios minutos apareció un doctor, se presentó como un psiquiatra de alto rango del hospital. Se sentó a mi lado y me preguntó cuáles habían sido las causas de mi intento de suicidio. Entonces, le conté todo, todo sobre la mancha y le expliqué que no había intentado suicidarme de ningún modo. El hombre se retiró y a la hora regresó con cara preocupada, llevaba un cuaderno en la mano, el cuaderno que había utilizado para dibujar las infinitas formas que tomaba la mancha. Me lo mostró, y para mi sorpresa, el cuaderno no tenía otra cosa que el mismo dibujo de la forma original y sin sentido de la mancha repetido en todas sus páginas. Después me mostró una foto de mi habitación, las paredes blancas como siempre, la puerta, y la ventana rota. No pude entender nada, era demasiado. Luego me mostró una foto que indicaba que la mancha había regresado, y me explicó que la cañería se había vuelto a romper según dijo el encargado del edificio y que probablemente eso provocó mi sobresalto esta mañana. Me dijo que me quede tranquilo que pronto estaría en un lugar muy seguro con paredes blancas y encerrado como a mi me gustaba. Yo sabía que se refería a un manicomio, pero no me quejé, es más la idea fue de mi agrado.
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