En una curva del camino vieron una puerta magnifica, toda de
mármol, que conducía a una plazoleta con piso de oro, en el centro de la
cual había una fuente de la que manaba agua cristalina. El caminante se
dirigió al guardián que, dentro de una ornamentada casilla, vigilaba la
entrada.
- Buenos días, le dijo. - Buenos días, respondió el guardián.
¿Que lugar es este, tan lindo? pregunto el hombre.
- Este es el Cielo, fue la respuesta.
-¡Que suerte que llegamos al Cielo! Estamos con mucha sed, dijo
el hombre.
- Pues, puede usted, entrar y beber agua a voluntad, contesto el
guardián, indicándole la fuente.
- Mi caballo y mi perro también están sedientos, comento el
hombre.
- Lo lamento mucho, dijo el guardián- pero aquí no se permite la
entrada a los animales.
- Pero ellos me han acompañado siempre, dijo el hombre.
El guardián se limito a menear la cabeza negativamente. El
hombre quedo muy desilusionado, porque su sed era grande,
Pero decidió no beber si sus amigos no podían hacerlo.
Así que prosiguió su camino.
Después de mucho caminar montaña arriba, con sed y cansancio multiplicados,
llegaron a un sitio cuya entrada estaba marcada por una vieja puerta entreabierta.
La puerta se abría hacia un amplio camino de tierra, con verdes árboles
a ambos lados, que brindaban buena sombra bajo el sol. A la sombra de uno
de ellos había un anciano de blanca barba, apoyada sobre el tronco; parecía
adormilado, con la cabeza cubierta por un sombrero.
El caminante se aproximo.
- Buenos días, le dijo. - Buenos días, respondió el anciano.
- Estamos con mucha sed, mi caballo, mi perro y yo. ¿Hay algún
lugar donde podamos encontrar agua?
- Detrás de aquellos matorrales hay un manantial, contesto el
anciano.
Pueden beber a voluntad.
El hombre, el caballo y el perro fueron hasta el manantial, y
finalmente pudieron calmar la sed y refrescarse. Al volver hasta
donde estaba el anciano, el hombre le agradeció.
- Pueden volver cuando quieran, fue la respuesta.
- A propósito -dijo el caminante-¿cual es el nombre de este lugar?
- Están en el Cielo, contesto el anciano con una sonrisa.
- ¡Pero no es posible! exclamo el hombre.
- El guardián que estaba al pie de la montaña, junto al gran
portal de mármol, nos dijo que el Cielo era aquel
- No, aquello no es el cielo, es el infierno.
El caminante quedo perplejo.
- Pero entonces, esa es una información falsa, y puede
causar grandes confusiones…
- De ninguna manera, respondió el anciano.
- La verdad es que ellos nos hacen un gran favor, porque allá se quedan
aquellos que son capaces de abandonar a sus mejores amigos;
Domingo, 13 de mayo de 2001
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