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¿Alguna vez ha sentido miedo? Ese miedo que comienza en el estómago y sube lenta y velozmente hasta el corazón haciendo que lata tres veces más fuerte. Ese miedo que dura un segundo, pero lo suficiente para erizar cada vello y hacer que se mantenga alerta por algún tiempo. Ese miedo a algo tan cotidiano como el grito de un padre furibundo o un insecto rondando su pelo, cotidiano como ver que cae el pan con mermelada o que casi se pasa un semáforo en roja. Ese miedo que acelera un instante la respiración, da un ligero temblor de cuerpo, nubla la mirada y entorpece el oído lo justo como para escapar de la realidad una infinita centésima.

Ese miedo que de solo recordarlo un escalofrío virtual recorre su espalda, rememorando esos días de niño en que la habitación oscura era el templo de la perdición. Ese miedo es el que siento ahora. Sí, ahora, justo en este mismo instante. Mi espalda figura fría, mis palmas temblorosas, el corazón late y la angustia carcome entrañas. Creí ver por el rabillo del ojo y oír a lo lejos algo. No cualquier algo, si no algo que perturba. Es que en el constante estado de paz, o quizá equilibrio de seudo calma, algo imprevisto colapsa el sistema.

Me pareció que todo se detuvo y contuvo un instante, sabe señor lector, como si nada fuese real. Recién apenas recobro la calma y me pregunto qué fue. Analizo lentamente el proceso, el efecto y luego intento comprender la causa. Porque ese miedo puede o no ser un fenómeno multicausal. Puede ser que se tenga el condicionamiento de asustarse, de querer asustarse, de necesitar ver cosas raras para darle sentido a las otras y, por ende, el miedo sería la respuesta a cosas normales, pero que sumadas provocan algo desmesurado. Puede, quizá, deberse a la sumatoria de eventuales sucesos en un día que producen un estado de nervios muy alterado. A lo mejor es que simplemente esa persona sufre de miedos constantes, irracionales, explicados en raíces de algún trauma y por ello se sienta atraída a sentir eso. Puede que una cosa sencilla como el pan o la luz roja desemboquen en ese curioso estado. En cualquier caso mi miedo no se rige por nada de lo antes dicho. Creí oír venir a un viejo fantasma de mi vida y hubiese jurado que lo vi en la esquina más alejada de la habitación.

Yo, como persona medianamente racional, busqué una explicación lógica. Vi lo que quería ver y por eso tuve la perturbadora imagen. Ahora, creo que es imposible que haya querido eso, sabiendo que resultaría en el incomodo miedo. Otra posible solución es que me confundí por haber pensado inconscientemente en ello. Pero se descartó inmediatamente; probaría que tiene fallas mi forma de ser y no me gustaba el plan. Comencé a analizar posibles explicaciones menos lógicas. Porque una persona como yo, controlada y medida, se obligaría a sentir algo así, en el caso que fuese mi inconsciente quien dictase eso. O bien, porque me permito tal nivel de perturbación por algo que sé que no es real. Así debato esa específica pregunta. Fue o no fue real. Hubo o no hubo participación de mi inconciente. Fue una respuesta a una serie de procesos anteriores desconocidos o solo pasó. El miedo tiene una raíz clara, pero esa raíz es la confusa. Creí ver algo o lo vi. A la larga todo se reduce a esa pregunta y, aún así, no la puedo responder.

Aún me queda algo de ese estado mental muy alerta, en que todo es claro. A ver, recapitularé. Miedo. Sentí miedo. Intenté ver por qué sentí miedo. Creí ver una imagen del pasado. Qué imagen. No estoy demasiado segura. Implicaba pasos, una voz, algo rojo, una mano extendida, humo y susurros ininteligibles. Intento enfocar, darle nitidez a la imagen, el recuerdo ya se pierde entre los mares de pensamientos ya normales. El miedo se fue, el estado alerta me deja y tengo la duda. Ahora es cuando entran frustraciones a mi cerebro. No soy siquiera capaz de aprehender una imagen que acabo de ver. Pero, y si no la vi y solo creí hacerlo. Posiblemente eso explique por qué es tan borrosa y confusa. Puede que haya sido un déjà vu. No, lo que pasó no fue nada de eso. Lo que pasó fue un segundo de debilidad, cargado de recuerdos, que humanizaron un instante. No eran demonios del pasado, no eran sombras que venían por mí. Solo fue puro e irracional miedo a algo que no comprendí bien, que fue más rápido que mi cerebro.

Y si no es tal, y hay otra dimensión. Y si es que no es nada…. Bueno simplemente es miedo.


Hay posibilidades de que siga, pero por ahora solo es miedo.

Texto agregado el 01-08-2009, y leído por 425 visitantes. (24 votos)


Lectores Opinan
27-08-2009 Valla... has podido traspasar ese miedo, al lector muy bueno, nuestra mente aveces nos traiciona...nos pone alerta, nos invade el MIEDO...mis***** beto1963
11-08-2009 Pienso que el miedo esta adherido a nuestro ser.Lo más normal es temerle a lo desconocido,o a lo conocido que uno no puede dimensionar,como son los temblores o terremotos.En cambio a veces le tenemos miedo a cosas que tal vez no se debería. Yo le temo a los ratones,a las lauchas.Si veo una se me corta la respiración y el corazón me late como si ese pequeño ser me fuera a matar.Es muy raro,porque hasta al ver una dibujada se me eriza la piel. Me gusta como lo expresas y hasta siento ese miedo que relatas,bueno es el mismo que siento********* Un besito Victoria 6236013
09-08-2009 Poe le tenía miedo a la muerte; Borges temía enloquecer; Sartre se volvía histérico al ver un tomate; Picasso temía subirse a los aviones; Napoleón detestaba a los gatos; Darwin sufría de pánico a los grandes espacios públicos; El poeta español Juan Ramón Jiménez sufría de claustrofobia y terror a la letra G, que sustituía por una J; Michael Jackson le causan terror los gérmenes y los microbios. Es interesante como emana el miedo. Un niño mira una cucaracha y corre detrás, quizá hasta la agarre, sin miedo”, ejemplifica el hipnólogo Albert Yans. “Viene la mamá, que lo ama, pero está contagiada de temores, y le grita: ¡Cuidado, niño, con ese animal asqueroso! Le pega en las manos. Ese niño que no tenía miedo ahora asocia la cucaracha a una experiencia desagradable. Cuando crezca, podría desarrollar una fobia hacia las cucarachas. Quizá las odie, le enfurezcan o le de náusea al verlas. Conocí un caso muy curioso de miedo: Un niño, de 5 años, no salía a la calle porque odiaba a los caballos. Nunca le había ocurrido nada relacionado con caballos, pero con sólo verlos sufría ataques de histeria. Creía que los caballos iban a atacarlo a dentelladas. Tras una serie de entrevistas y observaciones en su entorno familiar, se descubrió que en realidad el niño experimentaba un resentimiento contra su padre, porque le “robaba” atención de la madre; sin embargo, lo amaba. Además, el niño solía divertirse jugando con su padre a los caballitos y se montaba sobre él. Asociaba las riendas de los caballos con los largos bigotes de su padre. Su inconsciente juzgó que no era “correcto” que lo odiara, así que desplazó su malestar a los equinos. En fin, ya me dio miedo seguir comentando del miedo. aracnido_incomprendido
09-08-2009 Vas de la pesentacion del motivo (miedo) en un tono literario a internarte en el analisis sin lograr la solucion a traves de medios racionales. Hay una busqueda intencional que se pierde en el inconsciente. Trataria apenas de unificar ambas formas, de todas maneras el resultado es muy interesante. clepsidra
09-08-2009 Excelente definición de ese miedo irracional que a veces sentimos... Dulcinea2002
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