Capitulo 2: Las bestias sagradas
Continuación del capitulo 1 ojos dorados
El extraño, subió rápidamente a su habitación, tal como le había comentado la mesera era bastante espaciosa, los mobiliarios que componían la habitación eran una cama, una mesa en la que había un mantel blanco con unas pequeñas flores dentro de un jarro bastante simple, alrededor de este mueble se encontraban dos sillas, del lado izquierdo de la cama estaba una pequeña mesita donde se veían unas cuantas velas listas para usarse a la caída de la noche, mientras que del lado derecho había un armario para guardar ropa, la ventanas con las cortinas abiertas dejaba pasar la brisa marina ya que si uno se ponía a observar el paisaje se podía ver el mar que tenia un flujo que de alguna manera traía paz mental.
Dejando caer el pesado bolso al lado de la cama, el gigante se hablo a si mismo
-Ya es hora de que salgas Rafael, déjame descansar un poco, al menos hasta que la madre Gaia me necesite de nuevo-
Entonces una luz roja pobló la habitación y cuando esta se desvaneció, ya no se encontraba el extranjero sino que en su lugar estaba y joven, que podía decirse que no pasaba los veintitrés años, tenia un semblante fuerte y decidido, y a pesar de su no muy avanzada edad también podía verse una gran sabiduría en sus ojos negros iguales a su cabello, su cuerpo era fuerte y entrenado además de poseer una gran elasticidad, en su brazo, pecho y estomago se vislumbraban unas grandes cicatrices que probablemente habían sido echas por objetos muy afilados, también podía observarse que llevaba un colgante de plata con la cara de un león bastante elaborado, incluso parecía vivo… la cadena que la ataba a su cuello era extraña porque estaba echa de un material casi etéreo no parecía echo de este mundo, verlo daba una sensación extraña como si estuviese echa de una niebla dorada…
Aquel que se llamaba Rafael abrió el bolso de viaje y saco una nueva muda de ropa de su talla, y se vistió con una camisa marrón, pantalón negro con su respectivo cinto y unas botas.
Entonces, tocaron la puerta de su habitación y sin esperar una respuesta Ana ingreso y quedo increíblemente sorprendida al no ver al gigante si no que a alguien de mucho menor tamaño
- Entonces es verdad que eres un garyu…-
- Te has olvidado una de las reglas principales de la buena educación, no solo es tocar la puerta sino que también hay que esperar a que te diga que puedas pasar, pensé que los elfos eran respetuosos con todo este tipo de cosas-
La voz con la que le respondió Rafael no tenia nada que ver con la que hablo en el salón de comida, además no parecía molesto porque la elfa lo haya visto en esta nueva forma, en cambio parecía agradarle la sorpresa que esta se llevo
- Eso no importa en estos momentos, dime si eres o no un garyu-
Entonces el chico acercándose a la joven le pregunto
-Y si lo fuera ¿Tu que harías?-
Las uñas de la mano del interlocutor comenzaron a crecer hasta parecer garras, y las acercó a la cara de la de la muchacha
-Dime tu ¿Qué arias?-
Y poniendo una cara de malicia pura siguió acercando las zarpas hasta que quedo a dos escasos centímetros del rostro de ella, pero la respuesta que recibió le hizo reír como no lo hacia en mucho tiempo
- Nada, no are nada, ya que tu tampoco lo aras además acabo de comprobar que no eres uno de esos licántropos, ya que si bien los de raza pura pueden transformarse mucho más fácilmente, elegir la parte a cambiar e incluso mantener la conciencia fría y calculadora cuando lo hacen, tienen un punto débil que tu no as demostrado, para poder hacer todo eso ellos necesitan que como mínimo sea de noche, no necesariamente de luna llena, pero de noche al fin, y nosotros nos encontramos apenas en mediodía, aparte, si me llegases a matar tendrías a que acabar con todo el pueblo, son gente bastante unida ¿sabes? Y aunque no lo hicieron con tigo son a mi me abrieron el corazón, todos son buenos amigos míos, y sobre todo estas cansado o al menos lo estas para hacer lo que sea tengas pensado para más adelante, sino no fuese por eso no veo otra razón por la que te hospedarías aquí, donde resaltas tanto y la gente desconfía de ti. Aunque debo admitir que aquello lo de la madre Gaia me confundió, ya que solo unas pocas criaturas la reverencian y entre ellas solo los garyu pueden escucharla sin estar en los templos del bosque-
Cuando paro de reír Rafael le comento, ya sin ningún rastro de maldad en la cara.
-Tu razonamiento es bastante bueno jovencita además de que veo que tienes bastante conocimiento sobre la naturaleza y algo sabes de nuestra madre Gaia, pero…-
Y después de detenerse a observar a la chica y reírse un poco más, prosiguió
- Todo aquello que con tanta convicción dijiste fue desmoronado como una vieja pared cuando vi tus piernas temblar… la próxima vez que te encuentres en una situación similar trata de solucionar ese pequeño error, ya que puede ser que en aquella oportunidad no solo se rían de ti, aparte deberías sacarte esa tonta idea de que te matarían-
Y ahora con un aire muy serio continuo
- Después de todo la muerte no es lo peor que te puede pasar y menos, a una chica tan bonita como tú…-
Ana no pudo decir nada, su cara estaba roja de vergüenza, y lo peor era que replicar no era una opción ya que el otro tenía razón, al verla así el joven continuo
-Me preguntaste que era, bueno te lo diré, aunque no espero que me creas, yo soy Baldur, el León, una de las ocho bestias sagradas-
-¿Qué?...-
El echo pasado se le había borrado totalmente de la memoria. Una de las bestias sagradas de las que o había oído ¿Aquí en la habitación con ella y además estaban hablando? Simplemente era imposible, aparte, Baldur había muerto en la última de las guerras divinas…
-No puede ser…-
Comenzó a decir ella, pero no termino la frase ya que Rafael le interrumpió
-Si, es complicado de entender pero hay una razón…-
-¿Podrías contármela?-
-Es una historia muy larga-
-No importa, tengo tiempo-
-¿Y los clientes?-
-Ya se termino mi turno por hoy-
Rafael la miro detenidamente, para suspirar segundos después
-¿Conoces cuales son las bestias sagradas?-
-Los dos emperadores: el dragón y la quimera, mientras que sus subordinados eran el fénix, él León, él Lobo, él murciélago, él Virus y la serpiente ¿No es así?-
-Ciertamente-
Y se dirigió hacia la mesa agarro una silla y la acerco a la cama donde se sentó y le ofreció el asiento a la elfa, y ella se apresuro a ir deseosa de escuchar una buena historia aunque fuese mentira, primero porque siempre le gustaron ese tipo de antiguas y épicas historias, y segundo porque no tenia nada mejor que hacer.
Rafael suspiro y luego trago una buena bocanada de aire preparándose para contar algo de tiempos alejados, su vista se perdió como su mente estuviera regresando a aquellos tiempos perdidos…
-Tengo que ir al principio de todo, ya que sino no entenderías el porque de unos cuantos puntos importantes, y que también afectaran a nuestro futuro-
-Entiendo-
Aunque el joven pareció no escucharla debido a lo ensimismado que estaba por sus recuerdos
-El Apocalipsis comenzó en ese momento, y aunque el señor dragón y quimera pensaron que había terminado junto con su lucha esto simplemente se retraso, el verdadero caos todavía no se acabo, este apenas esta comenzando y si no se hace algo pronto será el comienzo del fin…-
Continua en el capitulo 3: La historia del viajero. |