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Todos los días era igual, Cleotildes se levantaba a las 6:00 a.m., preparaba el desayuno y le daba leche a su gato Oliver. Se inclinaba en su mecedora y con un aire de arrogancia veía pasar la cantidad de personas que en ese mugroso barrio “El Gorgorio” vivían.

Cleotildes era una mujer bastante ridícula, rígida, pensaba que era la señora más sofisticada del lugar, no deseaba estar allí, pero no le quedaba de otra, era vivir hay de la pensión de su esposo o mudarse a un acilo… prefería soportar los mugrientos vecinos. Era una mujer elegante, alta, delgada con un pequeño defecto, siempre andaba en rolos por si se le presentaba salir tener su pelo totalmente radiante.

El Gorgorio era un barrio inigualable… Se podría considerar el mejor de la villa, estaba bastante sucio pero lo importante en este era que existían gran cantidad de desquiciados mentales según afirmaba Cleotildes…

Una mañana cuando el sol iluminaba las praderas, el aire estaba apagado y hacía un calor insoportable tanto que las personas andaban con trozos de hielo en la boca, masticándolo fuertemente como burros con hambre, llegó un hombre en una motocicleta negra a toda velocidad que tumbo con fuerza el gato de la Sra. Cleotildes dejándolo casi muerto.

-Jesús, Ave María Purísima Santísima. ¿Qué se ha creído? Mire como ha dejado a Oliver.

-¿Es su gato?

-No, el de usted…

-OH, perdóneme hermosa dama pero yo no tengo gatos, soy alérgico a ellos.

Cleotildes estaba eufórica, que se creía ese imbécíl, decía una y otra vez en su mente.

-Perdóneme, no lo vi.

-Claro, como lo iba a ver a esa velocidad, así no se puede ver ni un edificio en marcha, ¿usted está tomado?

-No, ¿Cómo puede creer eso?, es más… ¿No ve?

-¿El qué? A parte de esa horrible bata larga y blanca que trae, pues no visualizo absolutamente nada.

-Soy el Doctor Scudero

-¿Aquel que hace milagros y pone hermosas a las mujeres?

-Este no…

-Ah, el veterinario, bueno mejor dicho el gran veterinario que cura especialmente vacas y camellos

-No, yo soy…

-Ah si, excúseme, como olvidarlo, usted es el doctor muelitas, que tonta fui, con esos dientes y orejotas, ¿Por qué no lo dije antes?

-Nooo Sra. Por favor soy psiquiatra, soy el Dr. S-cu-de-ro, no muelitas

-Ah, disculpe, es que tiene gran parecido, pero que le trae por aquí nunca lo había visto.

-Bueno, es que el Estado me ha mandado hacer una investigación profunda en este barrio. Es que hay más locos que normales.

-Uy, por fin… pensé que nunca vendrían

-Por lo visto usted está en su sano juicio

-Pues la verdad sí, creo que soy la única conjunto a usted. ¿No le gustaría tomar una tacita de café?

-Por supuesto

-Pase usted

-Después de usted, ah y disculpe lo de su gato…

Los ojos de Cleotildes se iluminaron, por fin había encontrado alguien de su categoría y en su sano juicio. Pensó que se había enamorado a primera vista.

Sin embargo el Dr. Scudero pensaba que la mujer era una desquiciada mental pero quería jugar un poco twister, hace mucho que no lo hacia y no podía dejar pasar aquella oportunidad, así mientras jugaban podía averiguar más de aquel barrio de locos endemoniados.

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-¿Y cómo están?

-Están igual…

-¿Podemos verlos?

-No sé, deben estar jugando, twister y no le gustan que los molesten cuando juegan, pero lo intentaré

-Si, se lo agradeceré

Toc, toc

-Sr. Scudero y Sr. Cleotildes, sus hijos vinieron a visitarlos

Cleotildes respiró profundo debido a su posición en el juego y dijo con tono de enfado: como se atreve a entrar de esa manera, a parte tenga más respeto, él señor es el Dr. Scudero no el Sr. Scudero.

-Sí, como sea… mejor será que salgan los dos.

Cleotildes iba a levantarse

-Alto, tengo que ponerles sus camisas de fuerza por si las dudas

Cleotildes y el Dr. Scudero se echaron a reír y a reír irónicamente con una voz escandalosa que comenzó a molestar a los demás enfermos mentales que en el Gorgorio residían.

-Mejor será que sigan jugando, no queremos que se vuelvan a escapar.

La enfermera cerró con llave la habitación y se dirigió a los hijos de Cleotildes y el Sr. Scudero y con un leve suspiro dijo: lo siento, será mejor que regresen luego, sus padres no están en estado de salir y juegan twister.

-¿Siguen igual?

-Están peores, todos los días se inventan personajes diferentes. Hoy su madre se llama Cleotildes y su padre es el Dr. Scudero. Ayer ella era caperucita roja y el…

-Sí, el lobo feroz, ¿verdad?

-Pues sí

-Ok, entonces vendremos a verlos mañana en la tarde

Los hijos se marcharon tristes, pero al salir tenían una sonrisa pintada en la cara

Mientras tanto la enfermera decía: Vamos Cleotildes y Dr. Scudero es hora de su terapia…




Texto agregado el 30-07-2009, y leído por 592 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
30-07-2009 Qué divertido lo han de haber pasado entando locos, me gsutó tu historia******* JAGOMEZ
 
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