Por un camino ascendente que llevaba a la cima de un pequeño monte, subían lentamente los amigos, Karen, Lorena, Peter, a los que se les sumaron John y Jay. Era un monte lleno de intrincados arbustos, pero pronto encontraron un claro en el medio de tantos matorrales, y se sentaron.
Prácticamente, nadie había hablado durante el camino y ahora, sentados en círculo, todos ellos se miraron en silencio.
El primero en hablar fue Peter quien intentando reflexionar, dijo:
.-“¡Qué frágil que es este mundo y todo los que nos rodea”! ¿Quien se iba a imaginar el final de ese pobre perrito?
.-“Yo no diría eso”, dijo Karen. “En mi opinión, somos nosotros los responsables en no saber balancear nuestras acciones. Y así, es como no llegamos a apreciar cuánto y de que forma los demás dependen de nosotros, a veces, hasta en pequeñísimos detalles, a los que no les damos la debida importancia. Es la indiferencia, que en mayor o menor grado, causa las situaciones dramáticas que nos sorprenden día a día.”
.-“Me parece muy buena tu opinión, Karen,” dijo Lorena. “Y desde ese punto de vista, se me ocurre que somos nosotros, quienes deberíamos tratar de concienciar a nuestros amigos, a las personas más allegadas a nosotros, de que debemos ser más solidarios con aquellos que nos rodean, sean seres racionales o no, como los llaman.
Los animales tienen sentimientos. No son solamente instintos, como le gusta a la gente catalogar a las sensaciones de amor, fidelidad, confianza, que tienen nuestros perros.
Es un animal que ha sido completamente domesticado por el hombre a través de miles de años, creo que he leído que se estiman en 15.000 años, por lo menos.
No pasa lo mismo con los gatos, que a pesar de ser considerado mascota, se piensa que aun no ha sido totalmente domesticado por el hombre.”
.-“Con eso estás señalando”, le contesta Jay, “que el perro es un animal que depende en un 100% de nosotros”.
.-“Pienso que si”, contesta Lorena, “y por lo tanto somos responsables de su destino. Es nuestro deber como seres humanos, agradecerle infinitamente el habernos acompañado con una actitud de entrega total, y no abandonarlos a su suerte. No reproducirlos como quien colecciona objetos. Esto es una total falta de ética. Cortarles las orejas y el rabo, que son parte de su lenguaje gestual.
Cruzarlos entre sí para obtener diferentes formas en diferentes partes de sus cuerpos como si se tratara de armar una máquina con distintas funciones, sin contemplar que es un ser pensante y como tal, se le modifica el carácter, muchas veces para empeorarlo o encontrarnos con sorpresas desagradables.”
.-“Estoy totalmente de acuerdo contigo Lorena”, contestó Karen, “y agregaría que detesto los desfiles de perros de raza, que son de una frivolidad total. ¿Te das cuenta que ejemplo se les da a los niños con esos desfiles? Nada más ni nada menos que los seres vivientes valen por su apariencia externa, no por sus actitudes, ni sus pensamientos.”
John había permanecido en silencio, pero escuchó con atención todo lo que se planteaba. Entonces se decidió a hablar:
.-“La verdad que nunca lo había pensado desde ese punto de vista. Pero a raíz de estos intercambios de ideas, solamente me queda por agregar que los conceptos vertidos aquí, deberíamos transmitirlos, no solamente a nuestros compañeros, sino también a los más pequeños, para que asuman una sensibilidad que difícilmente se las transmitan en sus casas. Y sino, fíjense en el caso de la madre de Karen a quien no le gustan los animales.
No lo entiendo. Puede decir, y es comprensible, que no tenga espacio para ellos, pero, ¿es que acaso no fomentan los zoológicos como maestra? ¿Es que prefiere que los niños observen los pobres animales fuera de sus hábitat naturales y además presos, aferrándose a sus barrotes o dando vueltas como desesperados dentro de su cubículo?”
“En mi opinión y lo planteo como iniciativa, deberíamos plantear a la dirección que nos permitiera formar un pequeño grupo defensor de los animales, que diera charlas a sus compañeros, sin demasiada interferencia de los mayores.”
“Creo que nuestra posición es noble, y como tal es nuestro derecho el poderla difundir, planificando actividades, contando las anécdotas que hemos vivido, y hasta haciendo pequeñas obras de teatro para divulgar nuestro pensamiento”.
La verdad que la idea, fue recibida con aplausos de parte de sus amigos, y fue con gran entusiasmo que comenzaron a descender por la ladera del monte, para comenzar a trabajar por un mundo mejor.
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