La leyenda del León

-¡Se acercan mi rey! ¿Qué debemos hacer?-
Exclamaba aterrado un soldado elfo
-¿Cómo va la primera y segunda tropa?-
Pregunto el rey, este era alto y respetable, sin embargo ahora estaba encorvado y preocupado
-Fue completamente exterminada señor, ellos eran la elite de nuestros guerreros y aún así fueron fácilmente acabados, como un pequeño árbol contra el huracán-
El monarca se levanto de su trono y se dirigió hacia el palco que comunicaba a lo que había sido su preciosa y adorada patria, ahora las llamas se elevaban y no dejaban de exhalar grandes columnas de humo toxico que oscurecían el firmamento.
-Hoy será nuestra última fiesta, preparen a todos los batallones ¡Hoy todos batallaremos por lo que podría ser nuestro ultimo día!
-Ya voy en camino mi Lord
Pero el rey lo detuvo dándole una palmada en la espalda
-No, tú no lo harás, manda a alguien más que lo haga, tú trabajo consiste en ir a los aposentos de mi hija y escapar rápidamente con ella, en cuanto a lo de las tropas avísale de mi orden al primer soldado que te encuentres por el camino-
El leal guerrero estuvo a punto de replicar pero su señor lo mirada con tal seriedad y aprensión que este no pudo decir nada y salió del salón del trono a completar su deber.
Dos horas después todas las fuerzas elficas se encontraban concentradas en las puertas del castillo dispuestos a no ceder un paso, sin embargo no pudieron evitar dejar escapar algunos gritos de terror cuando desde los lindes del bosque una sustancia roja que salía desde la oscuridad de los árboles manchaba el suelo de su inmaculada tierra. De pronto, del silencio reinante un soldado elfo salió de aquel mar verde y rojo, su aspecto era lastimero, toda su armadura se encontraba destrozada, estaba completamente lastimado y caminaba con paso lento y renqueante.
-¡Son demonios! ¡Mi rey, hulla mientras pueda… nada puede detenerlos! ¡El culpable de todo esto es…-
Pero no pudo terminar ya que una extraña neblina había aparecido de la nada, haciendo prácticamente desaparecer todo lo que se encontrara a menos de tres metros de altura y aun con sus penetrantes ojos los elfos no pudieron ver nada desde las torretas y murallas del castillo, dejando en claro la naturaleza mágica de aquella aparición.
Unos gritos desgarradores de dolor atravesaron los tímpanos de todos los presentes, pero estos fueron rápidamente suplantados por el ruido de risas crueles y el desagradable sonido de la carne desgarrándose y separándose del hueso…
Todos se encontraban aterrados, prácticamente inmóviles, incluso algunos de los más valientes rezaban a los poderes superiores por ayuda. Entonces fue cuando el rey apareció y hablo a sus hombres con palabras que venían de lo profundo de su alma
-¿Asustados? Yo también, de hecho me gustaría escaparme a alguna de esas historias que mi madre me contaba en antaño, esos mundos llenos de magia y secretos por revelar. Pero ahora mi tierra se encuentra desolada y mis preocupaciones se encuentran aquí-
De pronto un frío que cortaba la respiración y congelaba los pulmones ataco con una furia inaudita y el monarca no pudo sostenerse y cayó al suelo, este miro al cielo ahora negro por el anochecer pero se podía distinguir una oscuridad mucho más profunda y malévola, pero ni siquiera esas sombras malditas hechas a partir de la magia más tenebrosa pudo tapar el brillo de una estrella fugaz que cruzo el cielo como una espada de plata que cortaba aquellas tinieblas, y el rey al ver este fenómeno cerró los ojos y pidió un deseo.
-Déjame pedirte un deseo compañera, si todos perecemos déjame ir a mí y a mis hombres a esas tierras de sueños-
Y levantándose miro a todos como si fuera a sus hijos, él no tenía miedo, y entre la oscuridad general su armadura brillaba como un diamante entre las sombras y esto animo a sus hombres.
-Vamos a luchar hasta el último, no dejaremos pasar a nadie y si logran acabarnos les demostraremos que los elfos Miramar no deben ser tomados a la ligera, que aunque nuestro aliento este frió y nuestro cuerpo destrozado, el espíritu seguirá luchando-
Todos en la milicia lo miraban admirados, y se decían que si lograban salir de esta, invitarían a aquel que los guiaba entre aquella negrura una cerveza, mientras tanto el rey prosiguió
-Claro, también está claro que ojala no tengamos que hacer que nuestro espíritu luche por nosotros ¿No creen?
Y sonrío mientras todos le devolvían aquella cálida muestra de afecto mientras preparaban sus armas para la que sería su última lucha…