De tarde pienso en aquellos tiempos
cuando mis labios rozaban tu cuello.
La suavidad de tu cabello acariciaba
mi alma, espíritu y corazón; que bello.

Besaba tu selva, se trincaba el cuerpo,
lubricandose tu horno, mi picante rosa.
¿Recuerdas como te agarraba la cintura
llenando tu vientre de mariposas?

A veces tratabas en vano de escaparte,
y terminémonos amandonos con fervor.
Me fascinaba la erupción de tu cuerpo,
oír tus gritos. Presa, empapada de amor.

El día que nos flechó cupido de sorpresa
nos entregamos total sin mala conciencia.
Fue el destino quien aprobó nuestra unión,
por creer en el amor y años de paciencia.

Quien podrá separar tan ardientes seres
que disfrutan del fogón de su existencia.
Jamás existirá tan exquisito dulce-calor
como la de nuestra propia experiencia.