Asesinato
La odiaba, no se imaginan cómo. Ya estaba cansado de sus reacciones furiosas cada vez que me le acercaba. En esas ocasiones siempre salía herido. La semana pasada, sin ir más lejos, me hirió tan malamente que tuve que ir corriendo al hospital, donde los doctores de emergencia me curaron un dedo que casi me había arrancado.
“No se acerque a ella”- me recomendaron entonces. Por eso quiero vengarme.
Así que hoy la visitaré y la perseguiré con mi palo de béisbol. Un golpe bien dado en su cabeza alcanzará para, al menos, atontarla.
Sujetando bien el palo me acerqué. Ella me miraba desafiante rodeada de su prole. No me importaban los testigos. Si querían ver, que vieran lo que hacía con su madre. Cuando levanté el palo, ella corrió, en realidad, más que correr, pareció volar. Volví a levantar el palo y esta vez sí, se lo di de lleno en la cabeza. Cayó pesadamente al suelo y allí quedó muerta o desmayada. No sé… La arrastré, sin miramientos, por el piso de baldosas desparejas. Su cabeza ensangrentada volvía a golpearse en cada desnivel dejando una roja estela en el camino hasta la casa. Totalmente transpirado y exhausto, con voz temblorosa y las manos frías por los nervios, llamé a mi mamá y le dije:
- Allí la tenés, haceme con ella uno de tus ricos caldos de gallina.
Palabras 233
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