Leía y leía mis cuentos escritos en este portal cuando sonó la puerta de casa. Dejé de leer y pregunté por la ventanilla quién era... Nadie respondió, más bien, me pareció escuchar unas risas desde el interior de la casa. Era extraño pues yo vivía solo. Un escalofrío mojó mi momento de incertidumbre. Fantasmas, pensé. Volteé la mirada, como buscando algo que ya había visto o soñado pero nada. Encendí las luces de la casa, todas, sin excepción. Grité por todos lados, también canté una canción religiosa y nada. Subí corriendo hacia mi cuarto para olvidar ese momento denso y extraño. Me senté frente a la PC y seguí leyendo mis cuentos cuando sentí el mismo frío en mi espinazo. ¡Dios mío!, grité pero en sonidos sordos. De pronto sentí la presencia de algo parada a mi costado. No sabía qué hacer y algo salió en sonidos de mi boca: ¿Te gusta mis cuentos? Le pregunté sin voltear la cara. Una mano fría tocó mi hombro. Quedé helado, luego, sentí que todo el aire se volvía raro, como vapor de tren, pero, se podía respirar... ¡Escribe!, escuché una voz que brotaba desde un lugar lejano de mi cabeza. Mis dedos se soltaron de mi voluntad y escribí sin parare un poema, un cuento, un garabato, una casa con chimenea y caras de gente amable, familiares, un circo con leones y payasos... Seguí haciéndolo hasta que llegó la mañana. Tenía que laborar, pero decidí dormir todo el día. Miré la cama y ya estaba por echarme cuando volvió a sonar la puerta de casa. Caminé sin muchas ganas y pregunté quién era... ¡Tu madre!, escuché. Me sentí relajado y abrí la puerta con gran alegría. Lo que vi fue raro y no supe si soñaba o estaba loco. Vi a varias señoras vestidas totalmente de negro mirándome a los ojos, saludándome con unas rosas blancas en sus huesudas y amarillentas manos. Buenos días, hijito..., dijeron todas en coro. Pasen, les dije sin saber lo que decía mi boca… Todas ingresaron a la casa como una procesión. Cuando terminaron de entrar, les iba a seguir pero la puerta se cerró tras de mí. Toqué la puerta y escuché una voz idéntica a la mía: ¿Quién es?. Quería decir mi nombre pero de mis labios brotaban pétalos de flores blancas y mi piel empezaba a volverse negra y más negra así como el vestido de todas las señoras que decían ser mis madres. Y cuando todo se hizo oscuridad, escuché nuevamente el sonido de alguien tocando la puerta de casa. Esta vez, ella se abrió sola y desde aquella luminosidad, como la salida de un túnel, salió un sonido hermoso, con un nombre repitiéndose una y otra vez, y mientras le escuchaba, un sueño maravilloso hamacaba m existencia con total bondad y ternura... y desde dentro pude ver el fondo de todas las cosas, en letras que volaban como cuervos por un valle de muertos…
san isidro, julio de 2009 |