Otra ves en el mismo lugar, con la misma gente, la misma música y casi con las mismas ganas que en el anterior.
El comienzo se hacía esperar, impacientando a toda esa gente que aclamaba por la aquella banda de su remera.
No faltaban más de cinco minutos cuando pude ver a uno de mis amigos más recientemente conocidos. Aquel chico con el cual, en ese mismo lugar, había compartido un cigarrillo de marihuana.
El chico en cuestión se llamaba Seba y me estaba profundamente agradecido de que le haya hecho probar aquella maravilla.
Yo por mi parte, había controlado mi adicción luego de una noche en la que la muerte se me había acercado más de lo debido.
Aquella noche había tomado conciencia acerca del mal que producían las drogas, y luego de realizar un largo tratamiento estaba totalmente en contra de aquello que en una época había consumido mi depresión, transformándome en un adicto.
Hacia bastante tiempo que no veía a Seba, pero no fue precisamente de felicidad la sensación que me invadió en ese momento. La angustia se mezclo con algo de culpa al ver los ojos entrecerrados, de quien no era más que un niño, armando desesperadamente un cigarrillo.
Me acerque a saludarlo y juro que sentí lástima por el, al verlo mas de cerca y comprobar que su boca no podía ya formular palabra alguna.
Una lágrima rodó por mi mejilla en el momento en que encendió su cigarrillo. Podría habérselo quitado, pero aquel dulce olor volvió a invadir mi cabeza, convirtiéndome así, en otro chico al que seguramente alguien miró con lástima.