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“EL HOYO CON LA MUJER DE UN SOLO OJO”




Bosques de Iyaj-hi
Frontera Irak – Siria.

Al amanecer, Abir Hiba Qaisin,
levantó la mirada al cielo, había dormido dos horas bajo los copos de los árboles. Su vuelo desde Bagdad solo había llegado hasta Iyaj Hi, donde empezaba el control policial a la frontera con Siria. Un rayo de sol le cegó por unos instantes, al abrir los párpados nuevamente los colores los veía tenues; los árboles, las rocas, el cielo, borrosos, era como si despertara de un sueño profundo y se abría a un nuevo paisaje en el día.
Se sentía aún extenuada, llevaba los pies heridos de haber caminado durante la noche por senderos escabrosos del bosque. Ya se había acercado considerablemente a la frontera.
Buscó refugio para pasar el día, pero en el camino descubrió ocultas en un hoyo a dos
Mujeres Saladitas, sentadas en cuclillas, calentando raíces verdes en una lata sucia. Una anciana, con la espalda arqueada como el ala de un ganso, y la más joven, con un niño acarreando en los brazos, tenían las cabezas rapadas que cubrían con sus andrajosos velos.

me culparon,
me pusieron en una prisión,
encadenaron mis manos y mis pies,
y para humillarme, me cortaron el cabello.

-¿Quién eres?
Preguntó la anciana con clara expresión de sufrimiento, tratando de cubrirse con el mismo velo andrajoso la mitad de su achacado rostro. A la vista, tenían graves magulladuras en el rostro, brazos, piernas, y algunos dedos rotos en las manos.

me desvistieron de mi respeto,
mi dignidad lo echaron a los perros,
mis derechos a las cloacas verdes,
y rompieron mis huesos y mis rodillas.


La iraquí, miró más detenidamente a la otra mujer. Vio que era bella, pero tenía una piel clarísima, pálida, enfermiza, sus ojos, sin fulgor miraban al suelo, llevaba los senos descubiertos cerca de la boca del niño que arrullaba en los brazos.

Mis vestidos lo echaron a la suerte,
Y mi cuerpo lo repartieron entre todos,
Entonces mis ojos cayeron para siempre al suelo,
Y mi vientre creció sin dueño.

-Respondedme, ¿quién eres?
Insistió la anciana alzando la mirada, notando claramente que le faltaba un ojo en la cara.
-Soy Abir Hiba Qasin, señora.
-¿Huyes a Siria?
-Lo hago.
-Entonces, como nosotras, huyes de la muerte.
La anciana suspiró hondamente, como pretendiendo alejar tortuosos pensamientos, cerró su único ojo, como pareciendo que iba a dormir.
-¿Tienes pan?
Preguntó la mujer que zarandeaba al niño, moviendo sus flácidos senos como si flotaran en el aire. La iraquí, sacó de sus bolsillos una pieza de pan y se la ofreció. Miró sorprendida como lo devoró en un instante.
.

Secaron la leche de mis senos,
Me dieron de comer estiércol,
De beber la sangre de mis llagas,
Pero mi estómago ya se había resecado.


-Ustedes… ¿de donde vienen? -Preguntó la iraquí, algo temerosa.
-Del horror de la Prisión de mujeres en “Kodhima”.- Contestó la anciana abriendo su único ojo, como si despertara siempre del mismo sueño.- Nos culparon de complicidad, por que los rebeldes chiítas robaron a mi hija hameli,…ella apenas tenía nueve años, y murió al ponerla como “bomba humana” ante soldados norteamericanos, en el norte de Bagdad…
-¡Por Alá!... ¡era ella!... ¡la niña bomba que le dije que soñara con palomas!...
-¿Acaso la conoció?...
-Sí…yo presencié la forma como la asesinaron los norteamericanos…
-Ahora ya no importa…mi alma murió con ella…
Dijo la anciana, cogiéndose el pecho. La iraquí, supo que el dolor de la anciana era grande, y que no debía hablar más de la niña, para no profundizar el sufrimiento de la mujer.

Me escupieron, me maldijeron,
Me llamaron; “perra”, “golfa”, “traidora”
Me dijeron que mi Dios, mi patria y mi madre,
Se mutilaron el vientre por parirme.


-la Prisión de “Kodhima”, es una de la prisión mas crueles del país…¿Cómo lograron salir de allí?..
-El médico de la prisión nos ayudó….Él pidió indulto ante la ministra iraquí de derechos humanos, por mi avanzada enfermedad de tuberculosis y la de mi hija…mi pobre hija y a su niño, por haberle encontrado SIDA , al ser violada, tantas veces, por los guardias de la prisión…
-¡Qué terrible!...
El medico nos pidió que lleváramos esta bolsa hacia Damasco, cruzando la frontera, cuidadosamente, sin ser vistas por los soldados…
-Dígame, ¿cómo se llama ese medico?...mi esposo también es medico, y fue llevado a trabajar a esa prisión…
-El medico tenía por nombre…si…lo recuerdo bien,…era, Habir Hiba Qasin…asi se llamaba…
-¡Si, él es mi esposo!...dígame ¿Cómo lo vio?... ¿está bien?...

Me cubrieron los ojos,
Me pusieron un fusil en la frente,
Me dispararon entre los ojos
Y comieron de mi cabeza

Las mujeres callaron, su silencio fue triste y hondo, como los muérdagos de los campos.
-Oímos que el doctor…fue asesinado cruelmente…-Confeso la mujer joven.
Fue una corriente fría que corrió por todo su cuerpo, sintió que su corazón, de pronto, iba a partirse en mil pedazos, jamás sintió la tristeza ahondarse de tal manera en el pecho.
-Es mejor que descanses.-Le sugirió compasivamente la anciana, cubriéndola con un manto desgastado, al verla temblar terriblemente.-Por la noche necesitarás todas tus fuerzas para cruzar la frontera…

me tiraron en un hoyo,
y orinaron todos juntos en mi tumba,
luego, me dijeron que se equivocaron
y que siempre fui inocente.

Texto agregado el 28-07-2009, y leído por 209 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-07-2009 uff, cala muy hondo, pero el final es duro, muy duro, pero magnífico. grauer_wolf
28-07-2009 1* Murov
 
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