Ayer murieron mis rosas.
No estabas, ¿qué pasó, no estabas?.
Sí, pero desde hoy yo también no estaré más,
porque han quedado mis rosas muertas
y el cielo se oscureció con sus pétalos dispersos
hasta llorar la sangre de mis esperanzas.
Al igual que ellos mis sueños también lloraron.
Yo no sé si en tus ojos habrá sangre,
pero los míos se han quedado pálidos
mirando el luto por mis rosas.
Iré andando el mismo camino,
pero miraré gentes distintas, con otros ojos.
Te dejo la posible prolongación de mi vida
y encarno en ti los versos que te di,
para que florezcan reencarnados
más allá de mi muerte solitaria.
Ya nunca más seré juglar para los besos,
pero sí trataré de llevar mi propia resignación.
No sé cómo. Dejaré girando al mundo
con mi voz continua de recuerdos.
Acepta la sangre y la esencia de mis rosas,
los sueños y las palabras perfumadas de noche.
¡Noche aquella!. ¿Recuerdas?.
La palidez de tu nombre, requiebros en los labios,
en mis manos y en mis ojos todo tu cuerpo.
Tomé tus flores, pero hoy te doy las mías.
Déjame ir más allá y lejos de lo soñado,
en busca de los mismo sueños pero sin ti.
¿Cómo, si pienso olvidarte?.
No lo sé, pero iré sin ti.
Es que no puedo decirte quise,
porque tal vez te quiero.
Toma la melodía de aquella noche
y las otras que oímos sin escuchar,
por pertenecernos más.
Acepta mis flores muertas y con mi juventud
la parte de mi ser que sembré en ti,
hasta que cansada del mundo
mi alma las reclame, para morir entero.
29.01.77
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