Uno sabe que tiene fin, 
No sabe cuando ni donde, 
Tal vez alguien haya dicho 
Su profundidad en metros, 
En pulgadas o en brazadas, 
Pero seguro no lo recordamos 
En el momento en que vamos  
Bajando el cuenco 
De nuestros pesares 
En el, por ahora, 
Interminable pozo 
En el que hundimos 
La desesperanza 
Sostenida por la cuerda 
De la ilusión y los anhelos, 
Cuerda que en la caída, 
Libre y veloz  
De nuestros pesares 
Lacera nuestras manos, 
Agita incontrolable 
El corazón dañado 
Y confunde los pensamientos 
Desordenando las ideas. 
Partidas las ilusiones 
En múltiples pedazos, 
Llagados los recuerdos, 
Y dolorido de ausencias 
Todo nuestro cuerpo 
Sentimos que por fin, 
En algún momento 
El pesaroso cuenco 
Que bajaba arrastrándonos 
Se estrella en el fondo, 
Profundo y desconocido 
Del inmenso dolor, 
La cuerda que arrastraba 
Ya no corre, sangrando 
Nuestras palmas. 
Una rara e inexplicable 
Quietud se  nos apodera, 
Un silencio de vacío, 
De ausencias ausentes, 
Un “no saber que hacer” 
Nos atolondra en ese instante. 
Luego comprendemos 
Que solo nos queda 
Volver a halar la cuerda, 
Izar el cuenco 
Que empujado por nosotros 
O solo por el destino, 
Desató la violencia 
De esos momentos 
Que, desesperados,  
Vivimos. 
Ahora es el esfuerzo 
Tibiamente esperanzado, 
El que demanda 
De nosotros 
La suficiente fuerza 
Para volver alzar, 
Lo que tan bajo 
Hemos arrojado. 
Es distinto el agitar 
Que se  nos apodera 
Y tal vez haya momentos, 
En que deseemos abandonar 
La salida de ese pozo, 
Y puede que hasta flaqueemos 
Deseando volver al fondo 
De donde estamos alzando 
El cuenco de nuestra vida, 
Hasta que finalmente,  
Solo cuando volvamos 
A tener en nuestras manos 
El frescor de un agua Clara, 
Como alguna vez tuvimos, 
Y volvamos a sentir, 
Que no solo el cuerpo, 
Sino también el alma 
Y el corazón se nos regocija 
Con la húmeda caricia 
De lo recobrado, 
Tal vez allí descubramos 
Que valió la pena 
Bajar hasta el fondo 
Del profundo pozo 
Para recuperar 
Nuestro aliento 
Y aliviar las heridas 
Que tontamente 
Nos producimos. 
Solo allí, en el fondo 
Existe la posibilidad 
De no seguir cayendo, 
Tal vez sean las mismas 
Manos de siempre 
O tal vez otras manos, 
Por algún motivo buscadas 
Las que de allí rescaten 
El frescor del agua Clara 
Que ambos nos merecemos. 
 
 
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