I. Del Amor y la Alquimia
Cuenta la historia de dos jóvenes amantes que en vida juraron amarse hasta el final, sin muros ni prejuicios, ni falsos juramentos. En ese mundo onírico y etéreo que era Soluna, facilmente podía formarse en una comunión perfecta. Pues moraban en esa la aldea tal cual enamorados que se esconden en el rincón vital de una fantasía para evadirse de la realidad, e incluso engañar al tiempo. Sus destinos estaban implícitamente ligados por un poder divino. Tan divino que un día que se juraron amor eterno, los astros se confabularon en pos de una transmutación hacia la inmortalidad, dando origen a una especie de alquimia espiritual. Lo cual hizo posible la fundición de dos almas en una.
Nacieron, desde niños se encontraron y se conocieron, se educaron y crecieron juntos en Soluna; una aldea donde habitaba la felicidad y la prosperidad, puesto que no era regida ni por leyes ni estado. Los alimentos eran abundantes y tampoco existía ninguna clase de elitismo. Los hombres se movían en el plano de la libertad y la transparencia era tan impetuosa e inundante que sus habitantes andaban desnudos. Libres de prejuicios, no les preocupaba mostrar su verdadera apariencia, la desnudez era el símbolo de su identidad, de una esencia pura. Por lo anterior, Soluna era una aldea completamente alienada del exterior o lo que sus habitantes llamaban, "la realidad"; surgió entonces por si misma, casi desde la nada, existió por si sola. Era tan intrigante su misterio que rumores externos que sabían de su existencia se referían a la aldea como "la otra dimensión" o "donde mora la fantasía". Se inventaron leyendas, una de ellas contaba que aquel que llegara a Soluna, no volvería pues podría caer, sin inmutarse, "dentro de un pozo profundo donde el viajero dormitaría en un apacible sueño eterno del cual no existe un despertar".
Así pues, estos jóvenes enardecidamente enamorados habían crecido engañando por completo al tiempo, e incluso a la realidad misma; ya no era necesario aprovechar cada instante íntimo para reafirmar el amor, pues esa unión hizo por si sola que el instante fuera inmutable y eterno.
Sin embargo, para la sorpresa de los habitantes y de los amantes, la llama fue tan ardiente, que llegó a quemar hasta la cúspide del corazón, eliminando la razón. Llegaron al punto de no poder reconocerse así mismos; (si antes el hombre se llamaba Carlos y la mujer Andrea, ahora ese ser se habría de bautizar "Carldrea") ya no sabían quienes eran, habían perdido su identidad y la capacidad de diferenciarse, pues sus corazones ya se habían fundido por completo en una sola alma, constituyendo una sola totalidad en el cosmos.
Como producto de dicho hecho insólito, los habitantes de la aldea habían de decretar que ese amor era el amor único e irreductible, tan perfecto que lo habrían de considerar como la "fuente única de divina pureza universal". En otras palabras, la confabulación se convirtió en una especie de divinidad cósmica a la que habían de alabar y bendecir hasta el final. Desde ese momento, todas las elecciones y decisiones de la aldea que se habrían de tomar en un futuro próximo, recaerían sobre las convicciones de ese "ser supremo". |