Se quedo mirando el bote a la orilla del mar, su vaivén la tenia hipnotizada, el sol bajaba cortando el agua, mientras que la luna asomaba en sospecha.
No existió ninguna palabra, solo ella y ese bote, que lentamente le daba el ritmo de las olas golpeando el caparazón, sus ojos inmóviles soñaron, soñaron un bote, un mar y un sol, ella sin desistir comenzó a sentir su sueño.
El sol lentamente cambio de color, la arena se torno fría como si alguien de un soplido le hubiera sacado el alma, ella también sintió escapar un poco de la suya.
No era el atardecer delante de sus ojos, ni la madrugada detrás de su espalda Solo era el sonido del tiempo rompiendo en las vaguadas, quien sabe donde habrán roto los que golpean la barcaza, si hasta ella, en el más simple de los silencios se dio cuenta, Que la libertad solo es una palabra que se utiliza como atajo, para definir las sensaciones que el hombre nunca va vivir. Que seria de la libertad sin unos eslabones de vida que te encadenen y por más que pongas los ojos fijos en un bote, solo encontraras en la madrugada una cola de recuerdos llenando los espacios de tu memoria.
El sol murió y junto a el, murieron los despertar, la luna se enluto con la noche para despedir al sol, mientras ella miraba fijamente el bote que lentamente la luna ocupaba con la luz alquilada del fallecido. Cuando la noche por fin termino de opacar todas las siluetas del momento, toda una vida terminaba de pasar por delante de ella, que nunca dejo de mirar fijo hacia delante, quizás allá sigue la vida o la vida es lo que llevamos atrás y delante solo queda un precipicio de incertidumbres .
Una fila de manos posaron sobre su frente, incluso manos que nunca había sentido, besos y lagrimas que ella no necesita recordar, una ejercito de rosas la rodeaban y una cruz que le decía que por fin iba conocer la verdad, ese olor de arrepentimiento mezclado con pecados disfrutados, le mostró que ella simplemente estaba dentro del bote, el silencio era profundo y una luna menos inquieta la esperaban. Su ultimo recuerdo fue su propio cuerpo, encogido y desnudo en la esquina del techo de esa habitación, ella misma lo vio posarse hay, cuando después de un dolor tan fuerte sintió que lo expulsaba del ombligo. Después de eso se encontró mirando el bote a orilla del mar, disfrutando su último día, su último respiro, tan frío y tenue como el mismo atardeces, tan calmo como después del abismo, ya nada tenia fin, mucho menos un principio, podía estar todo una vida y toda una muerte contemplando el bote,
Era lo que inconcientemente siempre anheló, la libertad de no tener tiempo, de ser solo momentos, sin recuerdos que apelen a meditar un razonamiento.