Al percibir tú presencia cerca de el escurridizo rió lance mi lazo tardío, mi corazón palpito cayéndose, como ahogando el grito, forzando la razón silencie mi llanto, mi piel se estremeció aquel atardecer de blanca espuma, sumergida en mis tibios recuerdos me fui alejando de tu orilla, el bullicio de los nidos azotaba blandiendo el pió por doquier, no pude hacerme oído, la pendiente me arrastro con fuerza al fondo mismo donde habita la esperanza dormida. Espejismos de tiempos que no cristalizan, hay música en mi espacio interior, suena como un himno olvidado en la humedad de aquel lugar desconocido pero abierto para que no pueda olvidar nunca lo que fue, se desplaza iracunda la conciencia, tímida, y tu sombra cabalgando siempre mi orilla.
Pero un día llegara, que dejare de ser para nacer en otra espera, un amanecer de rojas esperanzas, llegare al fortín sin más luchas, sin mi guante ni mi pincel, solo serán unos pasos contados para no equivocarme, ese día será único, sin recuerdos, sin pasado ni presente ni futuro, seré una flor incandescente, invisible, inmortal... sin retorno ni ideas.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI. |