Ya me había olvidado de Isabel, cuando sentí su aliento a través de su “Memoria de elefante”. Tan tierna que parece un peluchito suave y juguetón entre las manos del espacio que frecuenta. Me sorprende su forma de sentirlo todo a la manera de mis antiguas edades cuando visité a Berlín, en uno de esos arrebatados viajes entre las páginas de “La noche quedó Atrás” de Jim Martín; época en que la era moría de parto pariendo un corazón ( a la manera de Isabel), para este momento que le ha tocado vivir a la humanidad.
Cuando la leo, no sé por qué me voy tan lejos. Me parece revivir el holocausto hebreo a manos de los Nazis, y me parece verla entre las calderas tiznadas de los buques mercantiles de los puertos de Berlin, con sus manos llenas de panfletos del partido comunista llamando al paro. Es una extaña sensaciòn de conocerla en otras latitudes del tiempo, fuera del espacio en que vivimos; con ella se me olvida mi pasiòn de viejevo enamorado, para recordarla surgiendo de una historia desprendida de vivencias imposibles, no sè de què lugar. Es que me atrapa esa muchachita de cachetes mimosos, con su forma de alejarme de todo este mundo de estièrcol pantanoso en que nos llevò el consumismo y la necesidad.
Me llama a vivir un instante entre los sueños mitològicos del “unicornio azul“ de su adorado Sivio, como si ya no lo viera como una postalita repetida traida de mi mocedad lejana.
Esta noche voy vivir el sueño de Isabel entre el plumaje de los sillones de Sidharta en su castillo dorado, creyèndome que vivo algo màs allà del cielo, y me olvidarè de los ochentiseis muertos ( y los que faltan), las quince mil familias sin techo, y los sesenta mil refugiados de un pueblo que sufre la maldita realidad de su pobreza centenaria.
Voy a dejarme llevar por mi mente inquisidora, urgadora en las entrañas de mi imaginaciòn, para crear un mundo a la manera de Isabel: rosadito, como sus cachetes cuando rie; con su ternura de algodón y su voz de àngel; y dormirme para siempre en su regazo, donde olvidarè mi dolor y se han de secar mis làgrimas por esos que se fueron y que no volveràn a soñar jamàs.
Pablo Martinez
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