Mi palabra es limpia y te reclama
como la noche convaleciente que cae enferma en brazos de la aurora,
te encierro en un círculo,
eres mi niño muerto.
Guardo besos fríos para rasgarte el labio,
como tu carcajada que estalla y trémula me toma,
mi ciego pasajero.
Déjate nacer de mi vientre enojado,
mis raíces de agua te ahogan,
te exorcizan.
Duerme dentro para descantar tu susurro,
niño de ojos marchitos que pervierte la ausencia.
Descúbrete en mi cara,
déjate caer en mí, a nadie más alcanzas.
Escuchare un beso hasta que se descosan mis oídos.
He reencarnado a la melancolía,
pluma fría que vuelve a sus recuerdos y me planta,
mano pasajera de otra ocasión,
beso que se besa amordazado en las prolíficas intenciones del labio.
He descubierto al hombre más sensible,
está en mí,
es a mí a quien se pertenece,
mi palabra abandonada, mi pozo.
Labio que se mueve y otro beso que se derrama,
Mil relámpagos nacen.
Muere otro hombre y un beso incompleto.
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