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HECHIZOS DE LOS PARQUES.
(Narrativa breve)
Por Daniel O Jobbel.


1.
Te acaricia un aroma. Un paseo por los parques. El viento jovial arrastra un guante distraído. Lo acoje, le acaricia.
Un caldero de cobre contiene el ropaje líquido.Un chorreante caramelo fundido, con brillo de una sustancia translúcida, color ámbar para ser preciso que, al endurecerse, otorga a la simple manzanita, clavada en un palito, la categoría de obra de arte surrealista, aderezada con maíz pororó. En sus entrañas: Un niño se relame.


2.
Las veredas de los parques son un cotillón desbordado sobre el espacio donde caminan los paseantes furtivos. El vivo sol de un abril vibra en la acera somnolienta. Un maniquí como en vidriera, enclaustrado entre tarimas de madera asemeja a una libertaria de Lola Mora demacrada. Todo reluce desordenado, envuelto en films de polietileno y mostrando sus ropas como muñeca de porcelana antigua. Espanto y grotesco se unen en la feria como alguna obra de Ionesco. Un chico duerme entre los puestos.

3.
Otro pibe juega en un sube y baja desvencijado, con su lenguaje de pequeños gritos, de claras risas sueltas, porque sí, como un trino. Al que duerme lo cubre una manta amarillita de una textura lineal geométrica. Los rombos rotan al fijar los ojos. Viajando y preguntando con el iris, el pibe, papapadea y conversa con las flores de la tela estampada. Son sus diminutos juguetes con un durazno en flor pintado, con el duende del cielo, con la dama dormida en el sillón. Y hacia la noche lo besó la luna. Ninguna angustia lo desgarra. ¡Que ninguna pena destiña el ángel gris de sus venas! Cuando uno vive como quiere. Cuando alguien muere, ellos, solo le ponen luto a su guitarra.

4.
Digno de ser defendido y vivido. Toma este mundo como una dádiva. Parque diminuto. Te lo doy por nada. Alcancías de cerámica, animales de peluche, muñecas con sombreros bordó, ropas de marcas desconocidas e imitaciones. Lamparillas de quermese, títeres y titiriteros. Teatrillo de utilería. Alta bohardilla del orfébre. Volver a ser niño otra vez. Junto a ese pibito hay amontonamientos de ropa entre tablones mal perfilados, en la misma vereda donde el canto del borracho se pierde en la distancia. A la hora en que el silencio, es poeta, y cuenta cosas. Del otro lado estan ellos. Son chicos, pibes, muchachotes comunes. Ilusiones perdidas en los alcalóides.

5.
Seguramente aquellos pibes que hoy veo pasar y que juegan a la play,(o aspiran poxiran en bolsitas de polietileno) no conocen de carreras en el asfalto con autos de plástico rellenos de masilla y con un plomo en la parte delantera. No tienen el hechizo de los parques. O el zumbido de un giro de un trompo en las viejas calles. Ilusiones de un bendito barrilete o una taba en ese potrero rapado y con polvadera donde los arcos eran mojones de ropa de algún alegre e ilusionado malabarista de la redonda. La pelota de cuero marrón. Los tiempos han cambiado. Nadie tocaba nada. Se dejaba el bolsito con la muda detrás del arco junto con la bici e íbamos al rejuntado de almas futboleras a dar rienda suelta al jugador equilibrista que teníamos adentro. Mientras la calesita del lugar pide permiso para girar en busca de la sortija. Todo nos falta en la tierra, todo, menos la ilusión.

6.
Ya hace tiempo, una maquinita de hacer azúcar hilado (otra engañifa de los sentidos) donde el ojo al contemplar el torbellino vertiginoso y la magnitud, sabor a miel, como hilos de seda que brotan de la máquina y se enreda en el palillo consabido, mueve a imaginar otro sabor delicioso e inédito. El algodón de azúcar iba creciendo hasta hacerse un inmenso copo rosado. Como también en los inviernos algún loco manisero con sus maravillosas locomotoras de latas (dignas de algún Museo), se acercaban al parque; más alguna pedigüeña pródiga de polleras humildes, sucias y rasgadas, con sus profecías invariablemente venturosas.

7.
Un viejo destripa el tiempo, un caricaturista de café ofrece la guerrilla literaria, el último pasajero a la utopía. Lo salado se une, de modo inhabitual, a lo multicolor. El vendedor de globos. Hay olores: a grasa, fritanga, que se mezclan con un aire que tiene rachas de perfumes ambientales, algunos olores vegetales y a especias, ráfagas de música ligera: cumbia espesa como la muerte. La alegría se funde de rojo con alguna muerte de algún asesino serial, conspicuo, de los dvd que ofrecen por duplicado, hereditario de esos barrios bajos. Hurto, levante, escruche, prostitución son elementos punzantes dentro del esquema de feria popular.

8.
La rubiecita teñida ofrece todos sus servicios con solo mirarla. No hay vergüenza ni honestidad. No tiene porque haberla. Ella hace de su negocio la única subsistencia. Lame una manzanita con pochoclo como si lamiera el sexo de algún cliente adormecido, y excitado a la vez. Llega un cliente. Parlotea. Arregla. Las agujas dieron más de las diez. Esa desconocida sostiene las muecas del miedo en el rostro y el tipo se las tira sobre la cama. A medida que se mueve, a través de escenas de amor, entre revolcones, píldoras y sabanas sucias, con el último suspiro llega el otoño a paso lento. El tipo le tiró una propina para que los instantes, esos segundos, dentro de sus minutos se hagan tiempo eterno y prolongue por horas la última estocada de amor. El aire viciado conmueve. Allí descubro a la desconocida como amiga de un hechizo.

Posdata: Mientras los neones espejan en la oscuridad el rostro gris del adoquinado sigo caminando la noche clara.-


Texto agregado el 21-07-2009, y leído por 244 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
30-11-2009 Historias sueltas bien delineadas con una forma despreocupada de relatar lo cotidiano. Falta alguna encrucijada. No está mal. criterion
02-08-2009 Me gusto mucho, triste y real retrato de la vida de muchas. ***** MariBonita
 
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