Cuando en el camino por mi vida me detengo,
abrumada por los obstáculos que debo traspasar,
siento a mi lado tu presencia que sin voces,
me alienta a no dejarme someter.

Si el río de mis lágrimas se desborda y corre,
hacia el mar bravío de mis emociones,
advierto tus manos extendidas recogiendo mi llanto,
y percibo tus tiernas palabras consolándome.

Al sonido de mi risa la tuya la acompaña como un eco,
es la alegría la luz que ilumina nuestros días,
desde que descubrimos que con solo mirarnos,
podemos leernos en lo profundo.

Eres mi amigo, el hacedor de los milagros,
quien al verme a la deriva en medio de las tormentas,
toma el timón de mi barca con mano firme,
para guiarme sin pausa a un puerto seguro.

Se que puedo contar contigo en las peores batallas,
porque eres la lanza que me abre el camino,
el escudo que protege de las heridas el alma,
y la savia que sana las llagas que el dolor provoca.