ME HABLARON TUS MANOS
Las ventanas en la noche
se volvían como espejos,
y la tarde se perdía
en un túnel de sosiego.
El tren marchaba en compases
al final de su trayecto.
Junto a mi, desconocida,
tu parpadeo ligero,
el crujido de las hojas
del libro que ibas leyendo
a mi lado y sin palabras,
yo respeté tu silencio.
Pero me hablaron tus manos,
o tal vez fue su reflejo
en el azogue cambiante
de la noche de febrero.
Manos claras que mecían
las páginas de tu texto,
manos que fueron susurros
de palomas en zureo.
Ellas me hablaron de ti,
me contaron tus anhelos,
y las cosas que pasando
se prendieron al recuerdo.
Y me llegué a imaginar,
muchas veces tras aquello,
que me rozaban tus manos,
y me hablaban en secreto
de mi pasión imposible
y de mi amor inconfeso.
Y tal vez fueron tus manos,
en mi escenario de duelo,
la candela más ardiente
y el más benigno consuelo.
Han pasado muchos años,
y esta noche en otro encuentro
vi tus manos otra vez
en horas de busca y tiento.
En la barra de aquel club
vi de nuevo sus destellos.
Vi su pálida textura
y las tuve entre mis dedos,
sentí el calor de sus palmas
y pude cumplir mi sueño.
En tus manos yo te amé
apurando mi deseo,
y dejando entre sus rayas
el turbado sentimiento
de esa febril obsesión,
de ese túnel de tormento.
Y en ellas puse un billete,
lo que pagué por tu tiempo.
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