UN CUENTO PARA DIEGO
Hace muchos siglos cuando el azul era azul, sin un poquito de celeste. Muy de noche cuando todos duermen, una mujer sin sueño decidió salir a caminar. Asi fue que recorrió el valle de los lamentos. Descalza, en pijamas.
En el camino se encontró con las señoras flores, también con sus esposos espinas.
Entre todos, hicieron una escalera y subió hacia un gran arbol que la aguardaba. La transportaron, meciendo su espíritu en árboles de desesperanza, de desolación y pena.
Se dejó llevar por sus ramas, incauta hacía lo desconocido. Las estrellas se escondieron al verla, pues su belleza las apagaba tremendamente.
Después de llevarla de rama en rama, depositaron su cuerpo frente a un riachuelo. Nuevamente las flores le servían de asiento, gustosas maquillaban sus mejillas dándole un tono rosa. Los peces le cantaban canciones de amor, tristes canciones de amor, que ella recibía complacida. Mientras el viento tejía y destejía trenzas en sus cabellos iluminados por la medialuna.
Cuando el sueño se apoderó de ella, escuchó un sonido débil.Eran las rocas, todas ellas la invitaban a acompañarlas al fondo de su abismo, el agua está tibia, decían. Para dejar de sentir, de añorar, la mujer se dejó llevar. Cerró los ojos, se sumergió.
Sintiendo paz, por primera vez en tanto tiempo, un poco de paz.
Deseando no regresar, no despertar. Hundirse aún más, y más. Decidió dejar de respirar, dispuesta a hacerlo estaba. Pero terco su espíritu resurgió de las aguas. Por el peso de los pecados, se hizo a flote.
La mujer lloró, mil veces lloró. Imploró, pero no la escucharon. El silencio inundaba el valle de los lamentos. De pronto, el silencio fue interrumpido por un grito desesperado, rogando a las flores, a las piedras, a los arbustos, a los árboles, al viento que la empujaran una vez más. Al fondo, hacía lo oscuro. Pero nadie la escuchó. Nadie quiso escucharla.
El miedo se apoderó de todos los moradores del valle. Inanimados permanecieron al día de hoy. Pues la mujer convertida en piedra quedó de tanto que lloró.
|