Mi Felicidad.
Te amaba tanto entonces,
era la gracia que inundaba
mi alma solitaria,
que rompía las distancias aparentes
y me acercaban a tu abrazo tibio,
tu mirada se fundía en la mía
en una comunión divina
y me trasladaban a una montaña lejana
y los deshielos que manaban de su altura
rociaban mi alma herida
acarreando en su curso lo que me hacía infeliz.
Llenaste mi vida entonces de mil pronósticos,
de lluvias y amaneceres,
de ocasos y nitidez,
de simpleza y de cercanía,
me dabas el anuncio de una vida nueva,
de un amanecer con besos no finitos,
Eras el sol que iluminaba mi cotidiano,
tus besos eran la suave brisa
que acariciaba mis labios,
tus anhelos eran eucaliptus
que se mecían en un viento desbordante,
me abrazabas en el aire,
me hacías danzar sin música
y la misma música tenía diversos acordes.
El manantial de mi alegría
sería el mismo de mi tristeza,
me transportaba a un mundo de letras
que tejía para ti cada día,
eras la inspiración
y la excusa para un nuevo amanecer.
Pero mi felicidad
quedó a su propia suerte,
se vio de pronto enfrentada
a una realidad ficticia,
a lo no existente.
Tomé mi felicidad desde sus raíces
y para gran sorpresa mía
permanecía intacta,
para tu desgracia
no era por ti la razón
de que brotaran semillas.
Y entonces mi felicidad
tuvo otro sello,
tuvo otro color,
tuvo un rostro que no era el tuyo,
tuvo aromas que me pertenecían
desde hacía mucho tiempo,
un aroma inconfundible a mí misma,
mi felicidad se vistió de otro ropaje
y comenzó a andar por la vida,
acompañando a mi sombra.
Encontré a mi felicidad
vagando por otros senderos,
reflejada en otros ojos,
siguió recorriendo su sino
y ha regresado a mí,
está de vuelta,
en mi morada interna.
Julio 29 del 2004 |