Antes nunca me había sucedido. A las tres de la mañana estaba hablando por msn con Rita, una atractiva mujer – o al menos así parecía – que había conocido en una página web en la que ambos publicábamos. Charlábamos sin cesar sobre las dificultades que encontrábamos para puntuar adecuadamente nuestros relatos; entonces me fijé. Tras pronunciar una frase, en la comisura de sus labios se formaron...; es decir, podía tratarse de una oración subordinada, interrogativa, exclamativa, desiderativa; la cuestión es que en cada ángulo surgieron los signos de puntuación.
Como es natural me inquieté. Me detuve unos instantes, di un trago a mi cerveza; me froté los ojos. Los abrí y cerré varias veces. Miré la cerveza ¿sabía raro? En absoluto. Me pregunté qué había cenado. La respuesta estaba clara: Atún en escabeche. El envase podría estar caducado y yo alucinando. Me levanté, fui a la cocina y comprobé que su fecha de caducidad era la adecuada. Regresé, me senté, me palpé. ¿Nada extraño? Se me ocurrió alargar una mano y rozar la pantalla. Su superficie parecía suave como la piel... ¿qué piel? Si era una pantalla plana de cristal líquido. Volví a tantear. Rita continuaba hablando sin detenerse, parecía no verme, en realidad no me prestaba atención, estaba a lo suyo: La dificultad de las “comas,” explicaba. De pronto vi mi mano; estaba ahí, sobre ella. Se detuvo en la comisura de sus labios, atrapó al vuelo un punto y aparte. La saqué y observé el puño cerrado con aversión, sin saber exactamente el porqué lo llevé a mi nariz, abrí la palma de mi mano y olí. No olía. Sin pararme a pensarlo lo engullí y quise hablar pero mi conversación se truncó y pospuso en una serie absurda de puntos y apartes.
Sentí una necesidad, un dolor de estómago me obligó a incorporarme, entré en el water, doblado me senté sobre la taza defequé y ahí estaba ¡El maldito punto y aparte! Apenas eché un vistazo, tiré de la cadena y aliviado regresé frente a la pantalla. Rita continuaba sermoneando. Traté de explicarme y aclararle que a veces los signos de puntuación no son buenos. Pero ella ¡escupía signos sin cesar! Alarmado apagué y encendí el msn; seguía estando en la misma situación.
Metí la cabeza y las dos manos en la pantalla, luego el tórax, los pies, entré en su habitáculo, la tomé por la cintura la levanté de la silla y la tumbé sobre la cama. Le desabroché la camisa y comencé a masajearla. Entre tanto ella no cesaba de hablar sobre los puntos y cada vez surgían más. Llegó un momento en que estábamos envueltos en un mar de signos y comenzó a ponerse colorada. ¡Estaba atascada! Me tomé un punto y aparte, resoplé, exclamé. Hice un paréntesis con puntos suspensivos entre dos comas y un punto y seguido y sin pensarlo junté ambos puños y la golpeé sobre el pecho. Dejó de hablar, abrió los ojos de par en par, y comenzó a respirar de forma pausada. Puse un oído sobre su pecho, sus latidos eran rítmicos, normales, abrí y cerré su boca varias veces; ni rastro de signos. La tomé entre mis brazos, la situé de nuevo ante el ordenador y volví a salir de la pantalla.
Cuando la volví a mirar su rostro hilvanaba un ademán placentero, de la comisura de sus labios brotaban unos leves y casi borrosos rastros de puntos suspensivos. Me percaté al instante, se recobraba. Entre exclamaciones, le dije:
— Rita... ¡Mañana volvemos a empezar!
Asintió relajada.
Y añadí:
— Es solo un paréntesis.
Sonrió me dio las gracias, y pusimos punto y final a nuestra conversación.
José Fernández del Vallado. Josef. Julio 17 2009.
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