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Pateras GRITOS EN EL MAR

Este pequeño relato, puede ser lo vivido, por tantos hombres mujeres, niños, y jóvenes, que perdieron sus vidas, a cambio de llenar los bolsillos de algunos hombres sin escrúpulo.
Todos ellos son protagonistas de esta narrativa.
A ellos y a sus recuerdos, se la dedico.
Con amor, y respeto.

Mirando al mar, con la vista perdida en el horizonte, pensaba.
Mañana será el día, tan ansiado, tan esperado.

Saldré muy de mañana, aúna nueva tierra donde espero encontrar, la solución a mis problemas.
Se terminara el hambre, y las penurias, ya mis pequeños no se irán a la cama con sus estomaguitos vacíos.

Nuestro amigo, de este relato, avía trabajado muy duro, en lo que pudo encontrar, así y todo, no pudo reunir el dinero que necesitaba para pajar al usurero que se aprovechaba, de las desgracias de los demás.

Su pobre madre, también trabajo en lo que pudo, y le pudo completar para pajar un sitio en la próxima patera, que saldría en unos días.
Por ser verano cobraban más, porque era más probable el que el mar estuviese en calma.
Con la llegada del invierno, cobraban más barato, pero también era más arriesgado.
Todavía tenía el recuerdo de dos de sus mejores amigos, los cuales murieron, con sus ilusiones de llegar a una tierra donde ellos creían, que en contrarían un trabajo, para poder sacar de la miseria a sus familias.
Lo más triste es, que siempre que se hundía una patera, era justo cuando, casi podían tocar con sus manos la tierra vecina, tantas veces soñada.
Pero a mí, no me ocurrirá lo mismo que a otros, en su intento, yo no voy a morir como mis amigos, en el intento de llegar a las costas españolas; ni tampoco me cogerán, para mandarme de vuelta.


Llego el día tan esperado, lo más difícil fue despedirse de su familia. Ya sentado en la patera, junto a 20 personas, entre ellas dos mujeres una de ellas en avanzado estado de gestación, y cuatro pequeños de apenas 5 añitos. Recordó las lágrimas de su mujer y sus dos hijos abrazado a su cuello, deseándole que tuviera buen viaje, y que pronto volviera por ellos, sintió un escalofrío, a pesar de que hacia calor.


Nunca creyó, que la patera fuera tan pequeña, y que pudieran caber tantas personas en ella.
Amaneció un día con un poco de levante, siempre y cuando no apriete el dichoso levante, todo irá bien.


Pero, no fue así, el levante apretó al mediodía soplaba bien fuerte, las olas eran altas, la pequeña embarcación paresia una cáscara de nuez a la merced del mar.
Los pequeños al igual que sus madre vomitaban sin parar, también muchos hombres estaban tan mareados que al no haber sitio, estaban unos en sima del otro, nadie podía mantenerse sentado.

De pronto, una fuerte ola se llevó a los pequeños, a uno de los hombres y a las madres de ellos, en el intento de salvar a sus pequeños.


Apenas pude hacer nada por ayudarlos, pues dos jóvenes se pegaban a mi cuerpo como si fueran lapas, lloraban, y gritaba, mientras la patera subía y se perdía luego entre las olas.
Otro golpe de mar también arrastró a otros tres jóvenes, ¡Dios mío, esto es el fin!
A pesar de que habíamos salido temprano, ya estaba oscureciendo, y el levante, no amainaba, si no, que pareciera que con cada envestida de las olas la patera se fuera a partir en dos.

De pronto, una enorme ola volcó la barca, y todos fuimos aparar al agua, y en pocos momentos se trajo a todos los compañeros. Yo, me pude sujetar a la barca, mis lágrimas se unían al mar, mis gritos de impotencia y desesperación le ahogaba el sonido de las olas.

Cuando ya las fuerzas me abandonaban, vi una luz que venía rápida hacia mí.
No supe ¿cómo llegue a bordo de una lancha patrullera? Solo sé que cuando abrir los ojos varios hombres se inclinaban hacia mí, intentando reanimarme.

¡Qué suerte que has tenido amigo! ¿Cuánto erais en la patera? No pude contestarles llore mientras mi cuerpo temblaba sacudido por los fuertes sollozos.
Vamos calma té y bebe esto caliente, te sentirás mejor me decían, mientras ponían encima de mis hombros una gruesa manta, y en mis manos una taza de té.

Cuando llegamos a tierra había una ambulancia esperando la llegada de la patrullera.
Me ayudaron a bajar, y me introdujeron dentro de la ambulancia.

Acostado en una camilla y en dirección según escuche al hospital, oía los comentarios algunos airados, contra las personas que hacían negocio con las vidas y las necesidades de los pobres. Que injusta que es, la vida para algunos.

Desperté con un fuerte dolor de cabeza, y mis labios hinchados y agrietados.
Fueron unos días muy malos, pues cuando conseguía dormirme, me despertaban horribles pesadillas.

Lo peor fue, que tuve que relatar, paso por paso desde que la patera salió de Tánger, y me hacia daño recordar, era como si de nuevo viviera aquellos horribles momentos, escuchado y viendo a todos mis compañeros, de tal aciago viaje.

Tres semanas de pues, me volvieron de nuevo a mi punto de partida.
El viaje de vuelta lo hice en avión. Que diferencia, a como viajamos para llegar aúna tierra donde todos teníamos puesto nuestra mayor esperanza.
¿Dónde estaba ahora, todas las ilusiones, el anhelo, la expectativa de una vida mejor? Todo había muerto, y solo yo, era el único de los 19, que pudo sobrevivir.

Este relato solo es, una pequeña gota de agua. De lo que pasan los pobres que desean llegar sin equipaje, sin billete, aun mundo mejor.
Las pateras siguen saliendo a diario, de varios puntos de África. Y el mar sigue cobrándose el viaje en vidas humanas.

El hombre para el hombre siempre es un lobo.

Texto agregado el 19-07-2009, y leído por 75 visitantes. (0 votos)


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