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DESTINO DE FLOR
Categoría(s): Ficción



Tal parece que soy un melón. O me lo merecería según algunos leídos.
Vida mía, tu la pasas muy feliz sorteando mis carozos, sorbiendo con deleite mis jugos amarillos. Evidentemente soy un melón delicioso, no puede haber dudas al respecto. Introduces el cuchillo con fruición para trozarme convenientemente e hincas tus caninos en mi pulpa con apetito inverosímil. Un melón con el corazón esponjoso, de eso se trata. Piel inservible, para tirar a los chanchos o grabar en ella un corazón flechado y dos nombres.
Una llamada.”¡Oh¡ Mi meloncito querido tengo que salir”. No vayas a pudrirte ¿eh? Me ayudó la suerte: No me guardó en el freezer.
Pero ahora que lo pienso, creo que aguantaría el rigor del frío bajo cero. Al fin de cuentas estoy acostumbrado al frío. Que otro destino me aguardaría; fijaos:
Amo desaforadamente a esa mujer, con pasión cósmica, sin embargo me utiliza para su alimento. La amo y me duele confesarlo pues es humillante. Por otra parte no tengo boca. Ella es mi boca y mi tortura de temporada. No tengo brazos lo cual me impide tomar una brasa (no sé para qué) Soy un melón. Ella se sacia como un tiburón con las penas de mi desvelo. Si pudiera decirle que me enrollo como una víbora entre visiones desesperantes ¿ para qué serviría? Que aunque no tengo otro corazón y uñas para desgarrar su vestido puedo sentir que fluye límpidamente por mis entrañas mutiladas, una corriente de resistencia dispersa. No serviría de nada…no sé.
Aun tengo la visión de aquella tarde inolvidable en que con un rápido vuelo de pestañas me eligió entre tantos. No penséis mal: No eran melones. Eran símbolos de la razón o abstracciones limitadas si queréis. Tomábamos café sobre ofensas consensuadas. Había naipes en desorden y alegrías condescendientes con la soberana estupidez del soñador confeso. Un pestañeo bastó. Hicimos muchas cosas que no deben contarse aunque no estoy seguro, pero hay lectores suceptibles y nos es su culpa. Me decía: “Tu eres un meloncito delicioso, permitirías que te coma todo”. Imaginaos…le dije que si. Cerré los ojos. Inmediatamente perdí los párpados que os digo, es extraño y deleitoso pero conduce a la ceguera. “¿Qué ha ocurrido mi meloncito?” Nada, que recordé unos versos de no sé quien y mira lo que me ha pasado. Dicen así (creo que no dirigí mi cabeza hacia ella, no la veía):”Aunque en la cama ligero/tuvieron un grande amor/ cuando él se puso el sombrero/ella enchufó el vibrador”. Casi se desmayó de la risa. Lo afirmo porque no sentí ruido alguno de algo que cayese al suelo. “Mi meloncito se hace la autocrítica…bueno, entonces permíteme, ya que eres un inservible, te monde lo superfluo”. Perdí mucha sangre pero era justo. Lo que siguió después no fue apasionante. Sentí el estridente silbato de un vapor y mi cabeza rodar con la conciencia de no olvidar las ayuda memoria que me recuerden los proyectos de la torpeza. Lo demás le resultó muy fácil. Alojó mi cuerpo viviseccionado en un baúl de inmigrante. Puso mi cabeza ciega sobre una fuente de metal (estaba muy fría). Me mortificaba el filo del cuchillo sobre mi raleada cabellera. “Mi meloncito debe quedar a pura piel, de otro modo no podría ser un meloncito”, mi meloncito.
Imaginé un escenario de ferias y curadores de la salvación de los hombres, me aferré al color de sus mejillas que prontamente se inflarían de pulpa. Quería vomitar pero no había como. Prontamente, aunque oía sin orejas, perdí el olfato y desapareció mi boca en un pase maestro, minuciosamente diseñado.
Vuelvo al principio.