Hoy me desligué de este yugo infernal.

Acabaste con mi sueño desde que te empezaste a escurrir por mi ventana con tu figura negra, escúalida.

Mis nervios estaban a punto de estallar por culpa de tus ojos acechantes, siempre vigilantes; que me seguían a todas partes.

Tus continuos quejidos y sollozos, junto con tus pisadas silenciosas y calculadas, esperando el momento justo para avalanzarte encima de mí han logrado que jamás vuelva a sentirme tranquilo.

Me hiciste sentir miedo.

Me hiciste sentir desvalido.

Me hiciste comprar un arma.

Y hoy, justamente hoy, cometiste tu único error, saliste a la luz, te dejaste ver... por última vez.

El primer disparo estalló contra tu tórax desgarrándolo, lanzándote contra la pared en donde ahora conservo el recuerdo de tu sangre.

Con el corazón todavía palpitante continuaste lanzándome tu mirada demoníaca, pero ahora presa del terror que habías hecho apoderarse de mí.

Los siguientes disparos dejaron vacías las cuencas de tus ojos y tu cerebro esparcido por toda mi habitación.

Nunca más usurparás la paz de un ser humano.

Por fin maté a ese hijo de puta gato.