Nina; nunca había conocido a un vaquero tan frío, limpio y la vez, tan rudo. No parecía ser el rostro bello quien justo le contesto de tal manera. Tenía manos de pianista y ojos de viejo pistolero. Esos ojos que habían visto morir innumerables personas. Caminos desolados y campos en llamas. Parecían ser unas manos demasiado agiles y rápidas, como el vaiven de las ramas en plena tormenta. Sumergía su peineta en agua con colonia, se retocaba para recibir a su mejor cliente: Angus T. Le gustaba el olor a sandalo repartido en su cabellera blanca. Sus pulmones hartos de nicotina, su voz tan suave. Sentía una atracción extraña por este viejo pistolero; al igual que Pitti. Se acomodaba los aretes y checaba que su busto se asomara lo suficiente. Bebía algo de bourbon. Afuera, los parroquianos comentaban de la misteriosa estadía de ese vaquero en negro. ¿Por quién vendría?

Nina ya lo había decidido, le pedería a Angus que matase al joven insolente. Nadie le trataba así, jamás un hombre se le había negado. Tenía en mente una muy bella muerte para el joven, algo muy bello.