Llegaba como siempre al estacionamiento, allá en Santiago centro, en la calle Almirante Latorre, aproximadamente a la 8 a.m. No había tenido tanta congestión
Vehicular, como era habitual en el mes de marzo, cuando toda la actividad de la ciudad
Comienza, después del letargo que producen las vacaciones, entre los meses de Enero y
Febrero todo el verano intenso en calor y mucho sudor.
Era un día miércoles rutilante y normal, me había despedido de mi esposa y pasaba luego a dejar a mi adolescente hija a su escuela, para luego emprender el viaje a la capital, como todos los días.
Desde la localidad de San Luís, allá al norte de Santiago son aproximadamente 45 ó 46 km. De distancia, que traducidos a tiempo son más o menos 45 minutos con tráfico
Fluido, luces rojas y mucho movimiento urbano, colegios, oficinas, buses a capacidad
Completa transportando a “todos” a sus destinos, era la visión diaria de un día común
En una mañana despejada de este Miércoles.
Al bajarme de mi city-car azul lo cierro como siempre y me dirijo al gran portón. Cuando estoy frente a él escucho un tronar. Algo golpea fuerte mi pecho y me aterra por unos segundos, me devuelvo al coche y veo en el cielo un gran hongo plomo, negro, gris, blanco como un gran cúmulo de nubes. Entre veo estos por unos segundos, escucho voces rechinar de neumáticos, gritos, vidrios que caen al pavimento, veo que el hongo crece y me logro poner en pie, sin pensarlo más miro la alcantarilla, la levanto con todas mis fuerzas y me lanzo dentro tapando luego la fosa. Estoy en la más completa oscuridad. Cuando veo el “destello” a través de una rendija de la tapa que ilumina macabramente aquél nauseabundo hoyo, que no es más que un corredor estrecho, un verdadero cajón de cemento y tierra muy negra y pestilente.
Después del resplandor, solo oscuridad y hedor, camino por la cámara y apoyo mis manos en la pared, sintiendo una vibración que se trata de un gran temblor o algo similar. Mi mente racional no quiere interpretar la situación, me arrodillo y quedo en posición fetal agarrando mi cabeza.
A través de mis manos siento una gran fuerza, como un viento huracanado y comienzo a desvanecerme, no logro conectar mis sentidos, estoy temblando y el miedo se hace presa de mí, es mi claustrofobia, pero comienzo a pensar que mi situación no es tan mala y busco entre mis ropas mi teléfono celular, es un alivio sentirlo aún, comienzo a digitar números y no funciona, es cuando comprendo la situación, lo único que podía descargar mi teléfono era un fuerte choque eléctrico.
Mis sospechas eran ciertas, una explosión nuclear. Comencé a buscar algo entre mis pertenencias que pudiera ayudar a la situación y encuentro entre mis bolsillos un encendedor, de esos desechables con la marca ya gastada de tanto estar guardado en mi chaqueta. Hacía mucho tiempo que ya no tenía el hábito del tabaco, con alguna remota esperanza lo accioné y cualquier pequeño destello de lumbre un poco azulina, encendió la pequeña llama. Voy a traicionar el uso de éste, para aguardar un poco más, hasta que comience a bajar el extraño calor que hay en el entorno.
Me he quedado dormido, creo que es mediodía, estoy con mucha sed y recuerdo mi encendedor, se ha caído pero logro tocarlo. Comienzo a destellar y logro ver mis cosas como mi lonchera, comienzo a buscar mi comida, la que muy pulcramente envuelta por las manos de mi esposa, saco un pequeño envase de vidrio donde hay un jugo preparado de pulpa, lo beso de a poco, no tiene sabor, es extraño, todo se confunde, es otro olor, ni siquiera la pestilencia de la cámara la percibo, trato de calcular el tiempo transcurrido y comprendo que es más o menos mediodía ¿qué estará pasando afuera? Recuerdo hace mucho a mi profesora de Física cuando nos hablaba de la división del átomo y esas cosas, pero es borroso en mi mente.
Por mi cabeza dan vueltas muchas cosas, lo primero es saber ¿cómo estarán? ¿Qué habrá sucedido? Y vuelven a mi los debates juveniles a comienzos de los 80: las diferentes escalas por lo que atraviesa un desastre nuclear, o mejor dicho las distintas etapas, no quiero creerlo, agarro mi cabeza fuerte y cubro mis oídos, trataré de dormir un poco más, solo un poco más.
Estoy acalambrado ya mis rodillas no soportan más esta posición y comienzo a despertarme poco a poco. Recuerdo cuando limpiábamos esta cámara el otoño pasado, había una segunda tapa más al fondo, voy a ir hacía allá, creo que intentaré salir de aquí tan pronto como pueda reunir fuerzas, no tengo hambre, solo mucha sed, voy a limpiar mi mente, pensaré que estoy atrapado aquí y que pronto me rescatarán, lo que creo fue solo producto de mi imaginación y desesperación del momento, pero hay algo que no tome en cuenta, yo me metí por propia voluntad aquí (como sabrán). Tengo que salir de aquí pronto o moriré con la curiosidad de saber en realidad que sucedió.
Deben ser como la 3 p.m., buscaré la segunda tapa, haré destellos con mi encendedor y recorreré este estrecho corredor, sus paredes están muy calientes todavía, esperaré a que estén un poco más frías, debe hacer mucho calor en la superficie, allí está la tapa y aquí está la pala que olvidamos ese día, magnífico la usaré de palanca para abrirla, solo esperaré a que se enfríe un poco más. En este extraño ambiente todavía hay “bichos” pululando aquí.
Una incontrolable sed me despierta, tengo los labios secos y partidos. Hay que salir de aquí, pero tengo tanta sed, ha pasado el calor, debo buscar el frasco con jugo me sentará bien y así recuperaré las fuerzas. Que alivio sentir el líquido tan insípido, ya no tiene sabor, no recuerdo lo ácido, lo dulce o lo amargo, mi mente solo quiere imponerme el deseo de sobrevivir. Levanto la tapa y hay solo oscuridad total, entonces esperaré el amanecer.
Creo que llevo aquí unos 3ó 4 días y me siento muy débil ya no recuerdo mis sueños como antes, cuando solía contárselos a mi esposa, ¿cómo estará? Y ¿mi hija?, tengo que pensar en otra cosa o me angustiaré, simplemente trataré de dormir.
Un tenue rayo de luz color café oscuro ilumina el espacio entreabierto, y logro desplazar la tapa totalmente, me esfuerzo un poco más y logro salir de ahí, es como una neblina café clara, eso no lo había visto nunca, a mi alrededor estaba todo desvastado, no había edificios y los escombros estaban reducidos a pequeños pedazos, camino unos metros y logro ver mis huellas marcadas, rompiendo una película aceitosa en el piso, no era tierra, quizás el cemento mezclado con este rocío negro y aceitoso. Trataré de ubicarme, frente al lugar donde solía estacionar mi automóvil existía un colegio que ya no está, todo el lugar parece una gran cancha de fútbol, todo ha desaparecido. Intentaré guiarme por las montañas que habitualmente veía desde la carretera para orientarme, veo hacía atrás y mis pisadas han dejado huella como un sendero es como si fuera la “primera piedra”, la primera pisada en la luna. No hay rastro alguno de vida, las sinuosas siluetas del cordón montañoso sigue ahí, lo que me produce un gran alivio, buscaré alguna huella en el camino principal desde la ciudad. Mis fuerzas se agotan, caminaré más lento, mi objetivo será regresar a mi casa, todo el entorno está arrasado, no hay vestigios de la ciudad, mis compatriotas han sido pulverizados, y los que aún sobrevivan podrán seguir como yo, puesto que no hay lugar seguro ni siquiera para mi estamos muertos, la radiación hará lo suyo, no hay forma de escapar de ella, sus efectos son devastadores y seremos una especie más en la lista del exterminio que nuestra raza ha creado para nosotros mismos.
Ahora las potencias rivales, o mejor aún los imperios no tendrán a quién someter, no habrá ganadores, ni potencias vencedoras, no tendrán esclavos a quién someter, ni cultura que absorber, no tendrán a quién gobernar, han contaminado el aire que respiramos, apretaron el maldito botón y los misiles cayeron en todos los puntos estratégicos, mi gran ciudad ha sido diezmada. Los escombros son pequeños restos de carbón. No hay caminos, todo ha sido borrado. He caminado lo suficiente para saber que no encontraré a nadie, ni siquiera insectos. Mis huellas siguen ahí, son como un sendero muy sinuoso en la inmensidad. No sé que hora es y no importa ya. El cielo ya no es azul, es de un color café y la tierra en general esta bañada de un rocío aceitoso de color negro, todo es igual a un gran desierto, no hay árboles, ni siquiera el alumbrado con sus molestos postes y cables. Mis fuerzas se agotan, estoy cierto que no alcanzaré a llegar a mi único objetivo. Comienzo a jadear, mi boca sangra y comienzo a llorar igual que un niño cuando es abandonado o ha perdido el calor de su madre. Es instintivo mi reflejo, seco las lágrimas y me doy cuenta que mis párpados están sangrando también, no me impresiona se que son los efectos de la radiación, aprieto mi cabeza, que comienza a golpear mi cerebro lo siento latir, mis dedos tocan mis cabellos, estos caen sin dolor. Estoy casi calvo y al contemplar mis brazos y manos las encuentro escamadas, la dermis se ha inflado en diminutas ampollas, pero es todo mi cuerpo, estoy convulsionándome y esperaré aquí la muerte.
Comienzo a pensar que nadie ganó esta batalla y no quedará ningún ser razonable que pueda graficar este horror, estoy tendido en el suelo viscoso y estoy mirando fijo. Hay unos pequeños hoyos, si, ahí viene una hormiga, es una exploradora, ve pequeña y avísale a los tuyos para que puedan comerme, tendrán comida por algún tiempo, ustedes tendrán el honor de poblar este ya miserable planeta lo reinaran por mucho tiempo, eso amiguita come este cuerpo, no siento tu mordida. Lleva ese trozo de carne muerta a tu organizada población. Para cuando vuelvas estaré muerto. Ve o ¿quieres escuchar el delirio de este moribundo? ¿Cómo una raza tan inteligente pudo destruir su propio hábitat? ¿Cómo si la mayoría de los que fuimos pensantes, no queríamos perder ninguna batalla? Y ¿fuimos exterminados de igual forma?
Un imperio, con su poderío bélico atómico atacó al otro, y el otro activó su mecanismo de defensa y se desencadenó la hecatombe demostrando así misma que no se dejaría doblegar, solo heridos de muerte, no hay hospitales, camino, comida, no hay agua, no habrá vida, vete hormiguita y si entendiste algo comunícalo a los de tu especie, tendrán toda la tierra para ustedes, nosotros nos autoextinguimos.
Nunca entendimos que el paraíso era éste, nuestro hogar, y que aquel árbol de la sabiduría, ese del bien y el mal, era nuestra perversa y manipuladora mente, aquella que crea y destruye la vida y pisotea la esencia humana y de todo ser vivo.
Pero que importa ahora, estoy sintiendo las convulsiones y ya no puedo respirar, vete hormiguita, entra en aquél surco no me veas morir así, tan indignamente, me avergüenzo de mi especie, ¡Mira lo que hemos hecho! nosotros Homo-Sapiens...
Escuché muy a lo lejos un murmullo, luego fue más intenso y cercano. Sentí un ahogo y un aire muy frío por mi garganta, y un olor inconfundible, a desinfección entre cloro y amoniaco, mezclados con un desodorante de ambiente, con un olor a cualquier cosa menos a algo agradable al sentido del olfato. Comienzo a escuchar todo, pero no logro ver nada, los bips sucesivos de las máquinas a las que estoy conectado comienzan a alertar a todos en el cuarto.
-Está respirando, doctor, doctor, sala 51, urgente.
-¿Qué pasa enfermera?
-Ha despertado el paciente doctor
-¿Hum? Veamos su bitácora de ingreso, interesante, coma profundo, traumatismo encéfalo craneal, ceguera transitoria, vaya al parecer te dieron otra oportunidad, veamos cuanto tiempo llevas aquí.
-Dos meses Doctor, respondió la enfermera en un tono compasivo.
Yo escuchaba atentamente lo que ellos hablaban y sentía una venda en mis ojos y la máscara de oxígeno, emitía ese silbido cada vez que respiraba profundo, el Doctor conectaba los aparatos para medir mi presión y preguntaba de nuevo:
-¿Puedes escucharme? No podía gesticular palabras, entonces comencé a mover mis dedos, en señal levante mi pulgar y traté de quitarme la mascarilla.
-Bien hombre te quitaremos el oxígeno, trata de respirar suave y profundo, así muy despacio.
-Así lo hice, lento, el tibio aire recorrió mi sistema respiratorio y sentía mi corazón bombear fuerte y mis pulmones se llenaban de este nuevo aire.
-Doctor, replique muy despacio, mi boca esta seca por dentro, quiero agua por favor.
-Estas conectado al suero, voy a humedecer tus labios, quitaremos todos estos aparatos, enfermera hagámosle más agradable el entorno, no son necesarias todas estas máquinas.
-¡Si Doctor!
-En cuanto a la luz, bajaremos la intensidad y veremos como han evolucionado sus ojos, pero primero hablaremos con el Doctor Sotomoch, él es quién lleva el caso y no ha dejado que te nos “vayas”. Iré por él.
Sentí este nuevo aire como una oportunidad más, ¿pero no soy el que creí?
-¡Hombre! Qué noticia, estas evolucionando muy bien, llevas 2 horas “despierto”. Fue un coma muy largo y profundo. De verdad me alegra saber que estás reviviendo y de buena forma.
-Gracias Doctor - respondí.
-Bueno, ése es mi deber...
-No es por eso que lo digo – contesté - se que usted ha tenido algunos contratiempos ¿qué habría pasado si hubiese firmado la donación voluntaria de órganos cuando renové mi cédula de identidad?
-Creo que necesitas descansar un poco más...
-No Doctor, he descansado suficiente, solo quiero salir de aquí.
-Esperemos. Como ya dije hay que controlar la evolución de tu ceguera, mañana quitaremos la venda, no te impacientes... ¡Ah! Lo olvidaba, tu esposa viene en camino. Le avisamos, tu familia. Se pondrá muy contenta de verte, claro que sí.
-¿El Doctor Sotomoch se retiró de la sala? Pregunté
-Sí señor, soy la enfermera jefa voy a hacer una limpieza y bajaremos la luz, además su esposa tiene que verlo guapo ¿no cree usted?
-Si desde luego ¡muchas gracias!
Sentí de pronto su perfume y sus brazos rodeando mi espalda.
-¡Oh mi amor, amor mío, que feliz estoy, que bueno tenerte otra vez, pensamos lo peor... No lloraré más ¡el Doctor Sotomoch me pidió que fuera fuerte!
-Yo también estoy feliz de escucharte y sentir tu presencia aquí, mañana me quitaran la venda, dime nuestra hija ¿cómo está?
-Está por llegar con los demás, todos estamos felices, si verdaderamente muy felices.
No pude evitarlo, lloré con ella, abrazado y le dije cuanto la había extrañado.
-Solo recuerdo ese portón y una gran explosión.
-No te agites, ya hablaremos de todos los detalles. Ahora debes tratar de descansar
-Pero dime que sucedió
- Un choque de un camión cargado de combustible estalló en el momento que estacionabas el automóvil y quedaste atrapado entre los escombros. Los grandes portones impidieron que murieras, pero el calor quemó tu cuerpo. Descansa, duerme, solo duerme un poco más, yo cuidaré tu sueño.
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Al retirarme lentamente la venda, la habitación fue iluminándose muy despacio, mis ojos distinguían las siluetas y luego sus rostros. El Doctor Sotomoch, la enfermera y otro doctor, no quería preguntar, pero la impaciencia que es característica en mí pudo más:
-¿Cómo quedé Doctor?
-Estas muy bien clínicamente
-Me refería a mi rostro, ¡quiero la verdad!
-Bien, mira mis manos, ¿ves mis uñas?
-Si Doctor, la habitación es blanca, sus manos huelen a nitrato de sodio y sus uñas están muy limpias
-Ten apóyate con cuidado, enfermera el espejo por favor.
Mis ojos lloriqueaban, se humedecían, pero esta vez eran lágrimas y no sangre, puse firmemente el espejo ante mi rostro, y contemple aquella imagen, mi cara desfigurada, no tenía cejas, mi nariz era un montículo de grasa, pero mis lóbulos estaban intactos, mis ojos no habían sido dañados, ¡cúbrame Doctor!¡ Estoy irreconocible, mi mujer no lo soportará ¡
-Mira muchacho, este es el Doctor Berlotomich experto cirujano plástico
-Hola, te dejaré un rostro nuevo, tu mujer se acostumbrará, te lo aseguro muchacho
-Ahora lo cubriré, y recuerda el rostro que viste reflejado hoy, porque no lo verás más
-Estoy en sus manos Doctor...
Mi cabeza está totalmente vendada, he recibido muchas visitas, solo pueden ver mis ojos, es el momento de la despedida, luego llegaran los doctores y entraré a cirugía reconstructiva.
-Doctor Sotomoch, mientras estuve en coma siempre viví una pesadilla, fue un terrible sueño, que aún me da vueltas en mi cabeza.
-Trata de relatarlo, yo con gusto lo leeré, eso es muy interesante, pienso que al estar soñando, tu cerebro se mantuvo activo, será más fácil recuperar la memoria. Debo sedarte, el Doctor Berlotomich aguarda con su equipo de cirujanos. Te prometo que a la vuelta encontrarás una croquera y un lápiz para que escribas tu sueño, ¿de acuerdo?
-De acuerdo Doctor ¡Gracias!
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Todos estamos expectantes, los doctores y por supuesto yo, comienzan a retirar las vendas siento punzadas en el rostro, en mi mente solo está esa imagen, la del holocausto, toda la ciudad devastada... ni si quiera mi rostro quemado me causó tanta impresión...
-Toma, toma con confianza el espejo y mírate- era otro rostro, mis pómulos y mi quijada aún hinchados- no te preocupes por eso, la hinchazón desaparecerá.
- Gracias doctores, han hecho un gran trabajo. Voy a acostumbrarme a mi nuevo rostro, quisiera preguntar solo por curiosidad, fue un miércoles o jueves que ingrese aquí
-Fue un miércoles después del medio día
-¡Gracias! Así titularé el relato. Comenzaré hoy mismo.
-Que bien, tendrás unas semanas para recuperarte, será la estadía más entretenidas para ti. Estos hospitales suelen aburrir a algunos pacientes.
-Ya lo creo Doctor
- ¡ay! ¿Cómo llegó esta hormiga aquí?
-¡Déjela! ¡Es una exploradora! Solo una exploradora...
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