La Primavera se marchó tan deprisa,
ni siquiera dejó una huella
ni me dijo adiós.
Alcancé tan sólo a guiñarle un ojo.
Hizo como si no me hubiera visto nunca.
Empezó asomando una ceja
cuando terminaba el Invierno.
Yo estaba demasiado ocupado
como para atenderla.
Quizás se molestara
y pensó vengarse después.
Traía un color fuerte en los ojos.
Sus manos eran ásperas.
Su aliento tibio parecía huella de nicotina.
¡Qué cosas nos presenta el tiempo,
le creí tan lento en su caminar!.
Quedaban varios minutos de Septiembre,
cuando la Primavera tocó mis cabellos.
Sus pasos silenciosos fueron penetrando en mí.
— La carne es tan blanda,
los días son como agujas,
pero agujas delgadísimas,
casi como un microbio—
Uno piensa que no dejan huella,
Se equivoca,
No lo siente que es distinto.
Si no fuera por el calendario
creería que la Primavera aún no comienza.
Cada vez que me miraba
tenía algo distinto en los ojos,
A veces con alegría, optimista o triste.
Me encontraba siempre que quería verme,
sin embargo, cuando yo la necesitaba
me daba la impresión que se escondía,
o había una cortina nocturna de vino,
o tenía un velo de papel teñido.
Cuando ya comenzaba a aburrirme
empezamos a comprendernos.
Algo cambió.
Sus manos ya no fueron tan ásperas,
su aliento tenía menos nicotina.
—Bueno, todo el tiempo no puede ser igual—
Todo iba en forma normal,
creí que yo sería como el sol para la Primavera.
Casi llegué a ser como el sol.
Pero toda estación debe tener noches
y no pudimos detener la entrada de la tarde
y ésta nos llevó hacia las sombras,
y yo que ya le había entregado algo de mí,
hoy parece faltarme algo.
Es lógico no fue poco lo que le di
y se fue llevándome en ella.
Creo que no merecí haber vivido su estación
y que lleve consigo.
La Primavera pasó tan deprisa
y más de alguna huella me ha dejado.
Estoy sin ojos,
pero ella sabe que me conoció.
Yo también le he marcado mis pasos.
Ninguno ha dicho adiós,
pero hace como si no me conociera,
como si no hubiera visto nunca.
18.02.80
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